¡Y no te doy otra nomás porque...!

Te estás pasando de pelotudo
un whisky es suficiente, dos son mucho, tres son poco.
El literato Beto Zimmermanni saborea su ginebra, pero también los últimos espasmos de una era que se acaba. El barrio se está llenando de edificios, y pronto la clientela del bar se compondrá más que nada de estudiantes; por eso es que el Royal cambió de dueño y fue sometido a pitucas refacciones.
Sin ir más lejos, Zimmer ya extraña al mozo Gervasio, hoy jubilado y reemplazado por una morocha flaca, alta y de minifalda. Quevacer, reflexiona el literato mientras bebe, posando desganadamente la mirada en el culo que va y viene. Y que de pronto se sobresalta al son de grititos ensordecedores.
-¡Sos el del video, el del video, aayyy, no lo puedo creer…! -grita la chica mientras le pide una firma en la libreta de pedidos al personaje que acaba de entrar.
Zimmer se fija en el tele del bar, y ve al visitante cantando en la pantalla esa canción que ya tantas veces le machacaron por cientos de radios.
-Buenas señor –le dice el joven luego de aprovechar la volada para anotarse en una mano el mail y en la otra el celular de la moza.
-Qué tal –saluda el literato, resignado.
-Soy el del video, ¿vio? –le dice mientras señala el clip que ya está terminando.
-Sí –responde Zimmer-. La canción-atlas.
-¿Atlas?
-Claro: que Buenos Aires, que Junín, que Nueva York, que París…
-Sí, ja… Buen chiste.
-Qué chiste ni chiste, macho. ¿Usté no era la pluma más prometedora del rock nacional?
-Así escribió más de uno. Y sí, lo dije varias veces y lo vuelvo a repetir: estoy más maduro compositivamente.
-No lo dirá por ese engendro…
-Es la peorcita del disco, pero bueno, vio cómo es.
-¿Cómo es qué?
-Y, la compañía manda. ¡Aparte por fin la pegamos!
-¿Sabe qué?
-¿Qué?
-Prefiero la del que clava la sombrilla.
-No me diga eso…
-Mire, muchacho: una canción deliberadamente mala es una cosa; hasta puede ser divertida. Mucho peor, en cambio, es una que se las quiere dar de “poética”, y… bueno… ¿Vayamos por partes?
-A ver.
-“Van mil días que no sé lo que decir”
-…
-¿Quién habla así en este país? ¿Usté es gallego o qué?
-Bueno, me cerraba el verso…
-Como en “las cosas siguen su curso como el Rhin”, ¿nocierto?
-Y sí, ahí también…
-Si hubiera hecho falta, metía Carcarañá, Suquía, Pilcomayo…
-Pensé en el Uruguay, por las papeleras, ¿vio? Pero no encontré rimas…
-Entonces clavó el Rhin.
-Así es.
-¡¿“Oyendo letras de folk”?!
-¿Qué tiene de malo si me gusta el folk!
-¡Oirá música folk entonces, animal!
-Bueeeno…
-Aparte, mi amigo, hágame un favor…
-¿Qué pasa?...
-Nada, no sea agrandado al pedo… Si tanto lo influye el folk o lo que carajo sea, que se le note sin tener que tocar pito. Queda muy muy fiero, Moretti. ¡Y después “leyendo un libro de amor”!… ¿Qué, Corín Tellado?
-¿Cómo adivinó?
-Casualidad, nomás...
-Bueno, Zimmer, basta.
-“No hay una sola razón para sufrir”…
-¡Claro que no!
-"El amor es lo mejor que nos puede ocurrir"…
-¡Atrévase a negarlo!
-Y qué sé yo, Moretti… Usté sabrá…
-¿Ahora no se puede ser feliz, che?
-¿Sabe qué me hace infeliz a mí?
-¿Qué?
-El rock de autoayuda.
-Chau, loco, me hartaste. Me voy con la moza, que me trata mejor.
-Vaya, vaya. Nomás le suplico una cosa.
-¿Qué?
-¡Trate de no hacerle canciones, por dios santo!