Secuelas indeseadas

En
este último aspecto se concentra Noches
azules, una “no ficción” autobiográfica en que la autora desmenuza, a su
manera fría, cerebral, “quirúrgica” por momentos, las circunstancias del
fallecimiento de Quintana, su hija adoptiva de 39 años. Un libro que si bien
puede leerse de manera autónoma, también funciona ineludiblemente como secuela
de El año del pensamiento mágico
(2005), donde Didion se refiere a la repentina muerte de John Gregory Dunne, su
marido, también escritor, ocurrida justamente en el marco de las primeras
internaciones de Quintana.
La
literatura surge entonces como una secuela de la propia vida, en el sentido de
que la autora elige valerse de ella, y de su particular manera de encararla,
para afrontar esa clase de sucesos que justamente conspiran contra sus
supuestas “armas” literarias: el plan, el cálculo, la confianza absoluta en el
raciocinio como fuerza organizadora.
La
publicación de El año del pensamiento
mágico prácticamente coincidió con la muerte de Quintana, y ambos sucesos
desembocan en Noches azules, donde si
bien el duelo aparece como tema, ya no es el principal. Como si ambas pérdidas
ya hubieran sido asimiladas durante la escritura del libro anterior, y ahora
aquella reflexión diera lugar a otra, no menos incisiva: la de asumir no ya lo
perdido, sino lo que queda aún por perder.
Sin
embargo no sería justo referirnos a Noches
azules como un libro meramente reflexivo, puesto que Didion, aún en las
circunstancias más penosas y agobiantes (y quizás como un antídoto para éstas),
no deja de revelarse como una narradora sensible y eficaz. Es entonces que
emerge una y otra vez el relato, y con éste una apuesta, nada complaciente por
cierto, a la vida.
Las
vivencias que recupera Didion, tanto pasadas como del presente autobiográfico
más inmediato, nos remiten a un sector social en particular: el de una clase
media-alta norteamericana ilustrada y cosmopolita. Asistimos entonces a
diferentes escenas en la vida de los Dunne-Didion, quienes así como se codean
con el lujo y las luminarias de Hollywood, también sufren la enfermedad y la
muerte a su particular manera. Ese arco de experiencias es retratado, tanto en Noches azules como en El año del pensamiento mágico, con un
detalle y precisión casi antropológicos que no llegan a eclipsar, sino al
contrario, las emociones de la aparentemente fría Didion.
Por
momentos puede resultar cansadora toda esta moda actual de la autorreferencia.
Pero como moda que es, pasará. Y entre lo que quede, seguramente encontraremos
unos cuantos pasajes de Noches azules.
Por ejemplo los que aluden al tópico del título: ese período del año, previo al
solsticio de verano, en que entre el día y la noche se interpone un lapso de
luz azul que viene del cielo y tiñe todo lo demás. Instantes en que el día
pareciera resistirse a abandonarnos, pero que en otro sentido, preanuncian la
inminente oscuridad.
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