Como si los relatos de Fabbri y Nelson no fueran suficiente tortura durante los partidos de la Copa América, los entretiempos nos deparan
este miserable spot distópico.
Sin dudas los "creativos" previeron los riesgos de mostrar persecuciones y detenciones de civiles en la vía pública. Por eso eligieron apelar al enanito macartista del consumidor, a través de una puesta en escena sovietoide: carteles como éste que se ve acá arriba, extraños agentes del orden trasladándose en sidecars, música de fondo inconfundiblemente rusa.
El distanciamiento también es perseguido por la vía del absurdo. Es así que, entre otras huevadas, un francotirador le apunta a una pava hirviente que chirría, y un padre se escandaliza por encontrar a su hija silbando a escondidas junto a un muchachito.
Claro que por más sovietismos y humoradas bobas que le chantemos al asunto, queda clarísimo que esas locaciones, y todos esos civiles oprimidos, son porteños. O sea, equivalentes a “argentinos” en el universo de la publicidad local, donde
“la llama que llama” es fan de Gimnasia de Jujuy pero habla como un nativo de Villa Lugano.
La finalidad de toda esta “bromita” siniestra y tramposa (acá el ejecutor de la situación parodiada no fue precisamente el “comunismo”, sino el “anticomunismo”), como puede verse al final del aviso, era vendernos la libertad que supuestamente trae aparejada la posesión de un… Fiat Idea Adventure.
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