jueves, junio 30

Tarde de clásico

Por un problema en el tubo del televisor de mi amigo, las camisetas de Argentina se ven rosadas y las de Brasil verdes. Estamos con su hermano, que contempla absorto la milonga, lanzando cada tanto algún que otro comentario resignado, alguna que otra puteada baja. Lo que a los rosados les resulta difícil, los verdes lo hacen fácil. Los periodistas, a todo esto y como siempre, se las arreglan para inventar polémicas. En este caso, si es tan merecida una victoria parcial con sólo dos ataques convertidos en gol. Sus comentarios aportan poco y nada, se nota que están recalientes igual que se notaba su dicha durante el primer tiempo del clásico anterior. Estos tipos no sólo dicen lo mismo que más o menos cualquiera que esté acostumbrado a mirar fútbol, sino que además suenan necios, fatuos, agrandados. Los mejores comentaristas deportivos que he escuchado son los ingleses: tipos que sabían reflexionar sobre el juego, y transmitían sobriamente sus impresiones al espectador. Y ningunos aburridos tampoco: valga como ejemplo el relato en inglés del famoso gol de Diego en esa chauvinista publicidad de cerveza. “Oh no, this little man again...”, se lamenta con gracia el relator mientras Diego va pasando rivales camino al golazo.
Termina el primer tiempo, nos ponemos a conversar y a escuchar algo de música. Mi amigo, que se ha bajado unos 1500 discos en los últimos seis meses y los viene escuchando atentamente a casi todos, pone uno de Hank Jones (piano) y Charlie Haden (contrabajo). Tocan standards americanos con respeto y sencillez, como si fueran los primeros en ejecutarlos. Detenemos cada tanto la conversación, admirados por la bella desnudez de la música. Arranca el segundo tiempo, con Jones y Haden de fondo en reemplazo de Niembro y Closs. El hermano de mi amigo llega, ve el pepón de Ronaldinho, y se va para ya no volver. Seguimos la charla, distraídos cada tanto con trámites del fútbol y la música. El siguiente disco es de un cantante italiano, un tal Bolloni si mal no recuerdo. No sería aceptado ni en el grasulín San Remo ni en alguno de los tantos festivales de jazz que se hacen en Italia, pero me suena a mitad de camino entre ambas escenas. Espasmódico, Bolloni: pasa del fraseo bajito y ronco a la arenga apasionada. El partido termina y vemos una escena de lo más desagradable: los millonarios jóvenes vencedores se sacan las camisetas verdes y lucen unas remeras con la inscripción “Jesús ♥ vocé”. Después se los ve formados en círculo, solemnes, rezando o cantando con caras de circunstancia. Por suerte, al rato ya están meta bailar batucada. Ronaldinho se revela como un hábil panderetista. Bolloni, sacado por completo, vocifera una declaración de amor.

martes, junio 28

Felices compras


En el centro de la ciudad de Córdoba, al 200 de la calle San Martín, se ingresa a un espacio que alguna vez se promocionó como “la cuadra de las felices compras”. Se trata, en rigor, de tres cuadras de calle que en horario comercial funcionan como populosa peatonal, y cuyos negocios y puestos callejeros venden toda clase de baratijas. Si se levanta la vista por sobre la masa de paseantes, vendedores, compradores, transeros, cacos y policías, puede verse una seguidilla de enormes y coloridos carteles que la hacen parecer una especie de ciudad gótica berreta. Uno de ellos es el de Feria Musical, ex Disquería del Turco Abdón.
Es una pena que el local ya no tenga aquel cartel, sin dudas el más esperpéntico que haya tenido el paseo de compras, con la imagen de un beduino sonriente, semidesdentado, con una enorme verruga peluda en un pómulo. Se trataba de una representación de Abdón, personaje de una vieja canción de Carlitos “Pueblo” Rolán, legendario cuartetero que hace un par de años sumara escasos votos como candidato a concejal por la Ucedé cordobesa.
Cuando entré ayer a Feria Musical, cuyo cartel no sobresale sino que más bien se confunde con los demás, sonaba en su interior una versión cuartetera de La bestia pop. Me puse a revolver una polvorienta mesa de casettes en oferta. Allí había: dos James Taylor a 3 pesos cada uno, un Elton John a 5, un Bartók a 4, también un Bruckner, y... un Siouxsie and the Banshees a 50 centavos.

Superstition, del ’91, un disco más bien crepuscular en la carrera de la diva dark Siouxsie Sioux y su banda. Si bien en su momento vendió muy bien en los Estados Unidos gracias a su hit Kiss them for me (lo que propició justamente Superstición, su edición argentina), se trató de un suceso distinto al de años anteriores, al que con más propiedad podríamos llamar “culto”.

En aquellos años, los ochenta, yo trataba de conseguir todo lo que se editara de The Cure, y también tenía un long play de Siouxsie. Las dos bandas visitaron Buenos Aires, creo que en el 86, y según las revistas de rock de la época fueron shows bastante despelotados. El de The Cure fue en Ferro, con un montón de gente tratando de entrar gratis y enfrentando a la policía. El de Siouxsie fue en no me acuerdo qué antro porteño (¿alguno de Chabán?), donde el respetable público se cansó de echarle gallos. La artista diría después que había sido como tocar en un club londinense diez años atrás. Claro: el punk y sus costumbres, incluida la de escupir a los músicos en señal de “afecto”, estaban de moda en Argentina con diez años de atraso.

Los años han pasado, pero la de Siouxsie sigue impresionándome como una de las más imponentes voces femeninas del rock: firme y sutil, grave pero con soberbios falsetes. (Hoy me la recuerda un poco Gwen Stefani, que supo versionar con No Doubt a Talk Talk, otro ochentoso de culto, si no dark, pega en el palo.) Y la banda, una de las más potentes de la camada post Joy Division, con el baterista Budgie y el bajista Steven Severin laburando duro para sostener un sonido denso, hipnótico, de texturas ensambladas siempre agitándose en torno a la poderosa voz de Sioux.

En el recuerdo asoman... un raro hit llamado Peek-a-Boo, dislocado y disonante pero compacto y pegadizo; un furibundo título para una furibunda canción: Bring me the head of the preacher man (Traigan la cabeza del predicador); los violines al comienzo y al final de Dazzle. Pero sobre todo tenían grandes versiones de canciones ajenas, un género en el que pocos hacen pie. Hay dos del álbum blanco beatle: Helter Skelter en los comienzos, más punks que postpunks y con la canción saliéndoles de las tripas; Dear Prudence más adelante, ya en lo profundo de aguas oscuras y con Robert Smith como miembro pasajero, en versión amorosa y hechizante. Y The Passenger de Iggy Pop, que fue hit. Y The hall of mirrors de Kraftwerk. Y You’re lost, little girl de los Doors.

Los párpados y la boca de Siouxsie, son negros en las fotos. Claro que las fotos de Siouxsie que conozco son casi todas en blanco y negro. Un solo casette de su banda había comprado hasta ayer: Hyaena, en el ’89, en una disquería de Miami, con Substance de Joy Division y Burning from the inside de Bauhaus como compañeros de delantera dark. Durante aquel viaje también buscaba un pedal chorus para dar más profundidad al sonido ya “flangerizado” de mi guitarra. Después pasó un año, entré a la facultad, largué la guitarra, vendí los efectos, vi un video de Nirvana, compré mi primer cedé, y etc., la vida siguió. Mientras tanto, se editaba Superstition de Siouxsie and the Banshees, décimo disco de estudio de una banda ex punk, ex dark, que transitaba un período de sofisticación pop no sin destellos de sus mutaciones anteriores. Fue el tercer cedé de los cientos que tengo hoy, y desde ayer, mi segundo casette de la banda.

En el estéreo del auto, Superstición por sólo 50 centavos. Lo que se dice una feliz compra.

Tex-Mex Style

Viernes sábado y domingo
yo la paso como pingo,
dandolé vuelo a la vida,
ay, qué padre es la movida.

Son las viudas o casadas,
para mí lo mismo da,
lo que busco es sus quereres
y sus amores gozar.

Flaco Giménez, Mis movidas
(San Antonio Soul, 1991)

lunes, junio 27

Vera Drake


Acababa de ver en video Vera Drake, del inglés Mike Leigh, y pensaba en lo bajos que acaso son mis parámetros de valoración. De películas en este caso, pero la impresión es extensible a otras áreas. Porque me acuerdo por ejemplo de la enésima comedia con Ben Stiller que vi, y ya no puedo declarar que me gustó con la misma liviandad que entonces. Es que Vera Drake, la historia de una mujer pobre que hace abortos en Londres a mediados del siglo pasado, se revela como un trabajo de creación comprometido, "jugado" por donde se mire, más allá de las coincidencias y divergencias que puedan surgir de su delicado tema. Las situaciones, los personajes, los escenarios, parecen haber sido concebidos con un respeto y un amor (amor respetuoso, respeto amoroso) poco frecuentes en la vasta oferta de filmes disponible. Es verdad que puede conseguirse mucho cine no convencional; lo llamativo de esta película es que su relato, lineal, clásico, puede atraer a variados públicos y moverlos sin didactismos a reflexionar sobre una cuestión tan escabrosa.
Lo que más me impresionó de la película fue poder ver con suma claridad cómo un problema ético puede dirimirse de muy diferentes maneras en distintas situaciones o escenarios (el hogar, la comisaría, el juzgado, la cárcel). Vislumbres tan asombrosos como éste, no los he experimentado en otro campo que no fuera el del arte.

Avda. Circunvalación, Córdoba

"En el gran y desmadejado abandono que circunda la ciudad, allí donde la mentira de su lujo rezuma y termina en podredumbre, la ciudad enseña, a quien quiere verlo, su gran trasero de basura."
L.F. Céline, Viaje al fin de la noche

sábado, junio 25

Citas

Inauguré este espacio con una cita, y hoy la convertí en agregado del título, que no es sino otra cita. Autocita, mejor dicho, de una desencantada carta de amor póstumo. "Probamos la miel y pasamos por el cuchillo", había escrito entonces, en tren de telenovela venezolana de las tres de la tarde.
Soy portador del virus caza-citas. Mis múltiples y zappinescas lecturas apuntan una y otra vez a la regurgitación de "one-liners" (acá cito a críticos de cine...) no tan distintos de los que tanto odio en ciertas películas. Un ejemplo bien burdo para que se entienda, sería: "Nos vemos en el infierno, bastardo", antes del tiro asesino. Hace poco veía en video Hell Boy, que no estaba mal para nada, pero tanta frase cheronca del protagonista terminó hartándome y adormeciéndome cómodamente, despreocupado de los 3 pesos del alquiler. Y ahora me acuerdo de Alien 4, donde la horrorosa y claustrofóbica angustia de las tres anteriores se arruinaba con una catarata de frasecitas chistosas que lo trivializaban todo y al final el bicho daba algo de asco pero nada de miedo.
Así que no esperemos gran cosa de las citas por aquí. Ni el título ni el comentario de este blog tienen más trascendencia que la del instante oficinesco en el que decidí que iban. Si uno escribe lo más parecido posible a lo que le gustaría leer, digamos que aquí al menos delinearé, como mucho, lo que sería mi almanaque de citas ideal.

viernes, junio 24

C'est la vie

Para unos cuantos bahienses, la semana tuvo por lo menos una noticia buena y otra mala.

jueves, junio 23

De la tele

"Yo soy uno de los que no pudo venir."
(Pipo Cipollatti, en el programa -creo que- 400 de TVR)

Llegando el mono

Hola a todos o a nadie.
Desde la misma oficina en que leí cantidad de blogs ajenos, arranco pues con el propio.
Por ahora, mientras me pregunto qué hago aquí, lo más probable es que postee citas. Palabras prestadas para ir instalándome.

Cita inaugural

"No querer decir, no saber lo que se quiere decir, no poder decir lo que se cree querer decir, y decirlo siempre, o casi, esto es lo que importa no perder de vista, en el calor de la redacción."
Samuel Beckett, Molloy