martes, abril 26

Chocolate rancio

Soy de Belgrano, y por añadidura hay algo que no puedo negar: me agradan las derrotas de Talleres. De hecho, cada vez que el club de Barrio Jardín recibe un golpe duro (como el 1-5 del domingo pasado vs. Brown de Madryn) crecen las visitas a cierta entrada de este blog.

Pero resulta que hoy, leo sobre el reportaje radial que ayer le hicieron a Héctor “Chocolate” Baley, arquero del (para desgracia en mi caso…) memorable Talleres de finales de los ’70, y me vienen recuerdos...
Recuerdos de cuando jugaba al “baby fútbol” en el Centro Vecinal Suquía de barrio Empalme, y tras perder algún partido, mis compañeros y yo recibíamos agravios, y hasta insultos, del puñado de viejos chotos que concurrían diariamente a viejochotear a las instalaciones del club.
Me hiciste acordar de ellos, “Chocolate”. ¿Y sabés qué? Me diste asco.

Bandeja de Entrada: Javier Adúriz

De: El Espejo Libros. (espejolibros@elespejolibros.com.ar)

Enviado: lunes, 25 de abril de 2011 05:44:58 p.m.
Para: ;


Javier Adúriz mira los samurai, esos guerreros japoneses iniciados en el budismo zen que sabían, saben, mirar los límites de lo humano. El también sabía. Allí están sus poemas en los confines de muchas experiencias y el asombro: "Querido escuerzo / no me mires así / estoy de paso" . Los mira en esta ubicuidad que asumo para hablar sobre su generosa vida. Dadivosa, podría bien decir, para dar con el talante de este heredero de los bardos, ya que el humor de su corazón y los dones de la palabra rebasaron su apasionado cuerpo y con calma y dedicación abrazó no sólo el destino de la poesía, sino la complicidad de la amistad y su lugar en la tribuna, en el tablón. Sus amigos están de duelo, guardan silencio, tal vez escriban también su homenaje, aunque saben, con Javier, que... "A cada paso / vas hundiendo tus pies / en otra carne".
Apenas disfruté tres años de su cariño. Y parte del último sólo con noticias sobre su salud. Estaba consternado, el camión de la enfermedad se lo había llevado por delante. Pero no cedía, seguía planeando libros que publicó con sus amigos Pereiro, Sylvester, Oteriño y muchos más. Su familia excedía con creces el círculo íntimo de su querida Ana y sus hijos, a quienes les legó en vida:




"El atómico" declara su deseo

Dejo dicho, en caso de no atinar al piletón,
que lego mi flamante casco de corcho
a Agustín, y también las antiparras.
Para Isidro, el overol de loneta reforzada

amén de la flexible bigotera del abuelo:
Para Julieta el maillot, que aunque gordo
y con costuras, ella sabrá ajustarlo.
Para Román, el capirote de hule y los botines


que trajinados y todo, aún son de largo uso.
Para Lucía, el arnés y la mochila de lastre
que habrán de serle fieles para acunar los hijos.


A la señora, en cambio, mi dama, testo y dejo
que me dejo de joder con estos trastos.
Los amo, amigos, porque hicieron el significado.


La última vez que lo ví nos despedimos en la parada de un colectivo. Me fui extrañándolo en un silencio donde las vivencias compartidas y sus poemas gravitan.
Cuando lo conocí, nos bastó unos minutos para sondear los andariveles inciertos de los poemas cumpas, para encontrar los guiños de la noche. Cuando le dije que viajaba a menudo a Buenos Aires, desde mi Córdoba, ahí mismo me ofreció hospedaje en su departamentito de Peña, donde tenía el taller de escritura. Allí, hay varias imágenes budistas. Le fascinaba ese mundo habitado de aire y bruma, en una danza perpetua, que lentamente el vacío rodea. La respiración a él se le antojaba con tabaco, y así teñida encontraba su norte, su pálpito, sus goles.


En La verdad se mueve, un proverbio zen que cita al comienzo del libro, escribió:


"Oís el río, Okusai? No está lejos.
Tiene el sonido ambiguo de la vida.
Son como cascotitos limpiándose
con la corriente, algo múltiple.

Prestá atención. Detrás del ruido
se ve el nacimiento rudo de las cosas,
eso íntimo, desesperado casi, casi
enorme en su notoria nimiedad.

¿Oís, Okusai? ¿Ves? No necesito
que me pongas esa cara de tintorero
feliz. Dejate ir nomás, un poco.
¿O vinimos nada más que para esto?"









Gracias Javier por tanta vida!


Antonio Moro






Breve Noticia Biobibliográfica:


Javier Adúriz, poeta argentino, nació el 16 de abril de 1948 en Buenos Aires, falleció el 21 de Abril de 2011. Se dedicó a la docencia y colaboró en varias publicaciones de poesía. Fue director de la publicación León en el Bidet. La revista Omero/poesía le dedicó un número monográfico con antología: Vámonos con Pancho Villa y otros poemas, en 2002. Colaboró regularmente desde su fundación en la revista “Hablar de poesía”. Ha escrito numerosos ensayos sobre literatura argentina y realizado versiones de poesía inglesa en la colección “Traducciones del Dock”, que dirigió hasta su fallecimiento. Codirigía con Oteriño y Sylvester la colección "Epoca", en Ed. del Dock, donde publicó textos sobre la poesía.


Obra poética:


* Palabra sola


* En sombra de elegía


* Solos de conciencia


* Égloga brusca


* La forma humana


* Canción del samurai


* La verdad se mueve


* Esto es así






Varios poemas de Javier Adúriz han sido musicalizados por el compositor Juan María Solare, como:


* Más allá del amor (mezzosoprano, clarinete, viola, cello)


* Mala leche (canto y piano)


* Tiempo (para coro)


* Sombra (para coro)



"Antes de irme / voy a colgar la ropa / en una percha"

domingo, abril 24

Ni el primero ni el último

lunes, abril 11

Bandeja de Entrada: El lince miope

Amigos,


queremos compartir con ustedes una buena noticia. A partir
del 10 de abril lanzaremos El lince miope (la mirada injusta),
colectivo dedicado a la literatura relacionada con Córdoba.
Publicaremos críticas, comentarios y reseñas junto a una gran
lista de colaboradores, intentando abarcar con honestidad intelectual
la amplitud de miradas y matices que coexisten en la producción
literaria de la región.


Los esperamos
Alejo Carbonell / Martín Cristal / Diego Vigna
http://www.ellincemiope.com/