Luego de recorrer un poco la web y encontrarme con que por todos lados la defenestran, aquí vengo a defender Las aventuras de Borjamari y Pocholo (López Lavigne-Cavestany, 2004).
Antes que nada, decir que me cago en los distribuidores locales, que le pusieron “+ que imbéciles” para su edición en DVD (¿no les alcanzaba con retitular películas no hispanoparlantes?). Título que no le sienta para nada a una película que, tonta y todo, muestra un enorme cariño por sus personajes principales.
Me he reído e identificado mucho con estos dos hermanos treintones detenidos en la más terrible boludez-adolescente-ochentosa, ésa de mover la cabeza en el boliche para parecer entretenido, preguntarles una y otra vez a las chicas ¿vos venís siempre acá?, y reírse de cualquier cosa y más todavía sólo por mirarse a los ojos con el amigote de turno.
Una película estúpida y entrañable, que vuelve entrañable lo más estúpido de nuestras vidas.
Aquí va una secuencia: Pocholo y Borjamari descubren que su primo Pelayo, a quien veinte años atrás se la pasaban basureando, se ha vuelto una especie de héroe fashion.

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