(Una reseña que tenía cajoneada.)
El empampado Riquelme
Francisco
Mouat
Libros
del Náufrago, 2011
144
páginas
Hay títulos elocuentes, reveladores, de
alto poder sugestivo, y títulos como el de este libro. Desde el vamos la
presencia de un americanismo, junto a un apellido que más bien sugiere
evocaciones de otro ámbito muy particular, sumergen al potencial lector argentino
en el desconcierto, lo sitúan frente a un enigma. Y tal contingencia no deja de
ser coherente con lo que aquél va a encontrarse en sus páginas.
En un principio, El empampado Riquelme se lee como una
crónica policial: la que indaga en el misterioso caso de un hombre desaparecido
en medio de un viaje en tren, y hallado cuarenta y tres años más tarde, sin
vida, en medio del desierto de Atacama. Un empampado, entonces, vendría a ser
alguien tragado no por la tierra, sino más exactamente, por “la pampa”.
Pero una vez despejada la
incógnita del título, surge otra menos fortuita y más insondable. Porque el
formato de la investigación periodística, pese a mantener sus señas de estilo,
va dando forma a un libro tan extraño y mutante como su propio tema.
El hallazgo en medio del
desierto de los restos de Julio Riquelme (prácticamente intactos a no ser por
el viento, el sol y el paso del tiempo), moviliza a Francisco Mouat, periodista
y escritor chileno. “Tengo una fijación –señala el autor en un pasaje del
libro-, no sé muy bien por qué, con los perdidos, con los que desaparecen y no
dejan huella, con aquellos sujetos que escriben con sus vidas una historia
mínima que apenas alcanza a tocar a los pocos que están cerca de ellos, con
suerte su familia, sus amantes y sus escasos amigos; seres humanos que
parecieran no afectar a nadie más en este planeta y cuyo destino no interesa
socialmente”.
Con esa fijación como
premisa, Mouat se dirige al sitio donde en 1999 fue localizado el esqueleto de
Riquelme, con ropa puesta y documentación en los bolsillos. Luego asiste a su
demorado velorio, y entrevista a familiares, compañeros de trabajo, allegados,
policías, funcionarios y especialistas de todo tipo, que más que ayudar a
resolver los interrogantes, contribuyen a multiplicarlos.
El creciente misterio hace
entonces que el relato vaya despegándose progresivamente del mero oficio
periodístico, para aventurarse en los terrenos de una tradición literaria que
se remonta por lo menos hasta las crónicas de Indias. Así es cómo de una muy
pequeña historia, van brotando temas antiguos y a la vez vigentes: la áspera y
silenciosa soledad del hombre americano; el vínculo padre-hijo, con su
complicada trama de cercanías y lejanías; el viaje como decisiva experiencia
interior, tanto física como psíquica; el desierto como obstáculo implacable de
los deseos y expectativas humanos.
Con todo, cabe destacar otro
modo en que puede ser leído El empampado
Riquelme: como el homenaje a una vieja guardia del periodismo, que hoy ya
se encuentra en franca vía de extinción. En plena era de globalización y
motores de búsqueda, Mouat le pone el cuerpo y el alma a su pesquisa. Allí
quizás tenga origen, en definitiva, la hondura de su testimonio: en el
ejercicio de un periodismo menos atento a los postulados corporativos, que al
entorno humano y social de su trabajo.