martes, junio 28

Felices compras


En el centro de la ciudad de Córdoba, al 200 de la calle San Martín, se ingresa a un espacio que alguna vez se promocionó como “la cuadra de las felices compras”. Se trata, en rigor, de tres cuadras de calle que en horario comercial funcionan como populosa peatonal, y cuyos negocios y puestos callejeros venden toda clase de baratijas. Si se levanta la vista por sobre la masa de paseantes, vendedores, compradores, transeros, cacos y policías, puede verse una seguidilla de enormes y coloridos carteles que la hacen parecer una especie de ciudad gótica berreta. Uno de ellos es el de Feria Musical, ex Disquería del Turco Abdón.
Es una pena que el local ya no tenga aquel cartel, sin dudas el más esperpéntico que haya tenido el paseo de compras, con la imagen de un beduino sonriente, semidesdentado, con una enorme verruga peluda en un pómulo. Se trataba de una representación de Abdón, personaje de una vieja canción de Carlitos “Pueblo” Rolán, legendario cuartetero que hace un par de años sumara escasos votos como candidato a concejal por la Ucedé cordobesa.
Cuando entré ayer a Feria Musical, cuyo cartel no sobresale sino que más bien se confunde con los demás, sonaba en su interior una versión cuartetera de La bestia pop. Me puse a revolver una polvorienta mesa de casettes en oferta. Allí había: dos James Taylor a 3 pesos cada uno, un Elton John a 5, un Bartók a 4, también un Bruckner, y... un Siouxsie and the Banshees a 50 centavos.

Superstition, del ’91, un disco más bien crepuscular en la carrera de la diva dark Siouxsie Sioux y su banda. Si bien en su momento vendió muy bien en los Estados Unidos gracias a su hit Kiss them for me (lo que propició justamente Superstición, su edición argentina), se trató de un suceso distinto al de años anteriores, al que con más propiedad podríamos llamar “culto”.

En aquellos años, los ochenta, yo trataba de conseguir todo lo que se editara de The Cure, y también tenía un long play de Siouxsie. Las dos bandas visitaron Buenos Aires, creo que en el 86, y según las revistas de rock de la época fueron shows bastante despelotados. El de The Cure fue en Ferro, con un montón de gente tratando de entrar gratis y enfrentando a la policía. El de Siouxsie fue en no me acuerdo qué antro porteño (¿alguno de Chabán?), donde el respetable público se cansó de echarle gallos. La artista diría después que había sido como tocar en un club londinense diez años atrás. Claro: el punk y sus costumbres, incluida la de escupir a los músicos en señal de “afecto”, estaban de moda en Argentina con diez años de atraso.

Los años han pasado, pero la de Siouxsie sigue impresionándome como una de las más imponentes voces femeninas del rock: firme y sutil, grave pero con soberbios falsetes. (Hoy me la recuerda un poco Gwen Stefani, que supo versionar con No Doubt a Talk Talk, otro ochentoso de culto, si no dark, pega en el palo.) Y la banda, una de las más potentes de la camada post Joy Division, con el baterista Budgie y el bajista Steven Severin laburando duro para sostener un sonido denso, hipnótico, de texturas ensambladas siempre agitándose en torno a la poderosa voz de Sioux.

En el recuerdo asoman... un raro hit llamado Peek-a-Boo, dislocado y disonante pero compacto y pegadizo; un furibundo título para una furibunda canción: Bring me the head of the preacher man (Traigan la cabeza del predicador); los violines al comienzo y al final de Dazzle. Pero sobre todo tenían grandes versiones de canciones ajenas, un género en el que pocos hacen pie. Hay dos del álbum blanco beatle: Helter Skelter en los comienzos, más punks que postpunks y con la canción saliéndoles de las tripas; Dear Prudence más adelante, ya en lo profundo de aguas oscuras y con Robert Smith como miembro pasajero, en versión amorosa y hechizante. Y The Passenger de Iggy Pop, que fue hit. Y The hall of mirrors de Kraftwerk. Y You’re lost, little girl de los Doors.

Los párpados y la boca de Siouxsie, son negros en las fotos. Claro que las fotos de Siouxsie que conozco son casi todas en blanco y negro. Un solo casette de su banda había comprado hasta ayer: Hyaena, en el ’89, en una disquería de Miami, con Substance de Joy Division y Burning from the inside de Bauhaus como compañeros de delantera dark. Durante aquel viaje también buscaba un pedal chorus para dar más profundidad al sonido ya “flangerizado” de mi guitarra. Después pasó un año, entré a la facultad, largué la guitarra, vendí los efectos, vi un video de Nirvana, compré mi primer cedé, y etc., la vida siguió. Mientras tanto, se editaba Superstition de Siouxsie and the Banshees, décimo disco de estudio de una banda ex punk, ex dark, que transitaba un período de sofisticación pop no sin destellos de sus mutaciones anteriores. Fue el tercer cedé de los cientos que tengo hoy, y desde ayer, mi segundo casette de la banda.

En el estéreo del auto, Superstición por sólo 50 centavos. Lo que se dice una feliz compra.