lunes, diciembre 22

La arenga de Hoyos

Esto es el ascenso. El ascenso, chicos, el ascenso. Cambia la vida de todos. Del club y de todos nosotros, esto es así. Esto es así, así, es un sentir, es un vivir ¿sí?... Hay que sentirlo y vivirlo ¿sí? Si no se siente es difícil ser esto ¿eh?... Es difícil progresar ¿eh?, si no se siente. Hay que sentirlo ¿eh?... ¡Al borde de la locura, al borde de la locura! ¡Así hay que ser! ¡La vida es eso!... ¡La pasividad no… no tiene… no tiene margen!... No podemos ver… Entrar a ver lo que pasa... No le ganás un tiempo ni un segundo tiempo... ¡¡¡Nada, nada le ganás!!!... ¿Por qué?, porque no te regalan, siempre tenés que ir a buscar, la vida es buscar, de chico venís buscando ¿sí?... ¡Y esto será el triunfo de todos, el deseo, de todos! ¡Familia, todos!... Las emociones… Las emociones que vivimos cada día… ¡Cada día hay que vivir las emociones!... Esto es ser jugador de fútbol, ¡¡¡fútbol, fútbol, fútbol, fútbol!!!... Es lo que corre acá, ¡¡¡acá te corre, acá, acá, acá, acá!!!... ¿Eh? ¡Como hincha de Talleres!... ¿Eh?... ¡¡¡Hay que matar, matar!!!... ¡¡¡Así hay que ser, asesino en la vida!!!... ¿Sí?... ¡Y se juega con esto, con esto!... ¿Sí?... ¡Con esto, con esto!... ¿Sí?... No voy a ir a jugar a la playa, ¡uno más, uno más!... Pero tenemos a Ella… ¿Eh?... Tenemos a Dios, que está al lado nuestro, ¿por qué, por qué, eh?... Porque tenemos objetivo, ¿qué objetivo?... ¡Ayudar a la gente!... ¡¡¡Hay que ayudar a la gente!!!... ¡Hay que mirar hacia la derecha, hacia la izquierda, para ver la pobreza que hay y el hambre que hay!!!... ¿Sí?... ¡No hay que mirar para arriba y comprarse el auto y el pantalón!... ¿Eh?... ¡Hay que mirar esto, hay que sentirlo!... ¡Así lo transmito!... ¿Sí?... ¡Y entonces mañana…! ¿Eh?... ¡No nos vamos a ver a lo mejor!... ¡El día de mañana, en un año, van a decir este es un loco!... ¡¡¡Noooo!!!... ¡¡¡Es fútboool!!!... ¡¡¡Esto es fútboool!!!... ¡¡¡Fútboool!!!... ¡¡¡Vidaaa!!!... ¡Así se vive, y así es lo que… lo que se juega!… ¡Como lo vivís, jugás!… ¡¡¡Como lo vivís, jugás!!!... ¡¡¡No pasivooo!!!... ¡¡¡Activooo!!!... ¡¡¡Locuraaa!!!... Y así, nos vamos en paz… Tranquilos… Hemos entregado todo… Talleres es la vida de mucha gente… ¡¡¡Muchos niños!!!... Padre Nuestro y un Ave María por favor.


viernes, diciembre 6

Entender con la historia





Tambor de arranque
Francisco Bitar
Editorial Municipal de Rosario, 2012







En la contratapa de esta nouvelle, premiada en el Concurso Provincial de Literatura “Ciudad de Rosario” 2012, el jurado (conformado por Gabriela Cabezón Cámara, Damián Ríos y Sergio Chejfec) sostiene que “el relato propone un compromiso específico con el paisaje físico y social que describe, pero sale airoso de la amenaza previsiblemente realista que suele acompañar a estos paisajes gracias al tono desafectado de la narración”.
Dentro de lo innegablemente certero de estas apreciaciones, llama la atención en ellas la alusión al realismo como un peligro sorteado. Da la impresión de que los firmantes estuvieran tratando de excusarse por premiar una obra de “realismo literario”, esa tendencia a la que supuestamente se le ha pasado el cuarto de hora, y que muchos critican por quedarse en la superficie de las meras “cosas” en lugar de ir más allá.   
En efecto, Tambor de arranque puede leerse como una narración desafectada y concreta, en la cual los objetos (un fresno joven, un auto, una cubetera, una jirafa de plush, un contenedor, y otros) asumen en cierto modo un papel protagónico. Pero parafraseando al poeta brasileño Arnaldo Antunes, de lo que aquí se trata es más bien de que “las cosas no tienen paz”. No tienen paz porque tampoco la tienen los personajes de esta historia: hombres que no pueden evitar echarlo todo a perder, y mujeres empeñadas en rehacer sus vidas y salir adelante.
Así es el pequeño mundo de este relato sobre el final de una pareja, la de Leo e Isabel, padres de la pequeña Sofía. “¿Qué hacer con lo que termina?”, parece preguntarnos Bitar, y lo hace con una serie de escenas sobrias y desoladoras que dejan al lector sin respuestas. Como aquélla en que Isabel le cuenta a Mónica, su madre, una historia que a ésta le resulta más fácil de seguir que de entender. Entonces, según el narrador, “Mónica estaba dispuesta a hacer todas las preguntas que hicieran falta para entender con la historia, no con el intelecto”.



martes, diciembre 3

Con tal de sobrevivir







Sobre Chau, Rodríguez. De vuelta a casa
de Ignacio Vanella 
(Editorial Dos Mundos, 2002)








Hay quien dice estar harto de la dictadura, y a quien los desaparecidos le chupan un huevo. Hay también, cómo no, quien se aprovecha de esos temas como el peor oportunista.
En otros casos el gesto no es tan estratégico. Casos en los que, como apuntó María Zambrano en su trabajo sobre la confesión como género literario, “no se escribe por necesidades literarias, sino por necesidad que la vida tiene de expresarse”. Y si el tiempo de la vida se compone ante todo de una sucesión de experiencias, unas más relevantes que otras, no ha de asombrarnos que muchas personas, de treinta y cinco años para arriba, tengan para sí como vivencias determinantes aquéllas ocurridas durante los llamados “años de plomo”.

“Es extraño cómo uno se acostumbra a considerar que el mundo es el pequeño espacio por el que se transita cotidianamente”, pensaba Rodríguez. “Cuando se vive en una ciudad, el mundo toma las dimensiones de una ciudad; cuando se vive en un pueblo, el mundo tiene el tamaño del pueblo; y cuando se vive en una pieza, el mundo se achica hasta las cuatro paredes de siempre. Y uno se va acostumbrando a las dimensiones casi sin darse cuenta. Nos acostumbramos demasiado pronto a cualquier cosa con tal de sobrevivir”, se dijo mientras miraba desde arriba los patios que empezaban a llenarse de detenidos que salían para tomar el recreo diario.


Esta novela, publicada ya hace más de diez años, sirve como acabado ejemplo de esa tendencia testimonial. Si leemos los datos del autor en la solapa del libro, y luego procuramos más info en internet, llegaremos a la conclusión de que éste es el único libro de ficción publicado por Vanella a la fecha. Como si Chau, Rodríguez… hubiera respondido a una necesidad o pulsión puntual que lo movió (según señala la citada solapa) a borronear sus líneas durante los viajes en tren de la casa al trabajo y del trabajo a casa, allá por sus siete años de estadía en Italia.
La lectura del texto abona largamente esa hipótesis, la de una escritura ajena a toda necesidad de figuración literaria. No es éste, sin embargo, un libro meramente confesional, ya que para el registro de la experiencia (uno de sus propósitos clave) el autor recurre a algunas precisas marcas de distanciamiento respecto de lo narrado. Tales son: la tercera persona narrativa; la elección de un apellido de lo más común y corriente para designar al protagonista; y muy especialmente, el tono llano e imperturbable con que va desenvolviéndose un relato que pretende (y logra) ir más allá del mero recuento de desventuras y padecimientos de un prisionero político.
Este ejercicio de memoria a través de la escritura, pese a referirse a un período más bien desdichado de la vida de Rodríguez, acaba demostrando que en el fondo las cosas no son (no debieran ser) tan tajantes a la hora del balance. Como en algunos libros de Primo Levi, en Chau Rodríguez… la vivencia extrema es presentada no como tragedia, sino como circunstancia vital de la que, junto a lo supuestamente peor, también pueden surgir las más genuinas muestras de afecto y camaradería.

Entraron dos guardias, con las fundas de sus pistolas abiertas y vacías, y le pareció reconocer a uno de ellos. Si no se equivocaba, había sido compañero suyo en la escuela primaria, cuando Rodríguez era el mejor alumno del colegio y el otro solamente el Ojudo Gómez de sexto grado varones. En consideración a las circunstancias, Rodríguez no hizo ningún ademán de saludo. Solamente siguió con la vista al guardia cuyo rostro le parecía conocido. Cuando el uniformado lo miró, Rodríguez se dio cuenta de que era su excompañero de escuela. El guardia avanzó hacia él con paso decidido. Le ordenó que se desvistiera, y mientras giraba la cabeza para observar dónde estaba y qué hacía su camarada, le preguntó si se acordaba de él. Rodríguez le contestó que sí, y el otro le preguntó cómo había ido a parar allí. Rodríguez respondió que alguien lo había “engarronado”. El Ojudo Gómez, siempre mirando lo que hacía el otro guardia y hablando entre dientes, le dijo que no se preocupara, que allí iba a estar mejor que en la Central de la Policía, y que si no tenía nada que ver se iría pronto. Le hizo señas para que no se sacara los calzoncillos. Le ordenó en voz alta que se vistiera, y girándose completamente, avisó al otro guardia que ese detenido estaba listo.

El tono sereno del texto da cuenta no sólo de la actitud con que se recuerda, sino además de aquélla con que se vivió, y con que luego se procesó lo recordado. Como si Vanella nos quisiera aclarar que eso de “hacer el aguante” no es cosa de guapos, pulentas o violentos, sino de seres que se las arreglan para atravesar en estado de atención y calma los momentos difíciles de la existencia.

De pronto, algo empezó a moverse en el hueco del patio, y a la vista de Rodríguez, y sus pensamientos dejaron de vagar para fijarse en la figura pequeña y gris que asomaba, al principio con cautela y luego con confianza, al exterior. Perdido en la inmensidad de un territorio tantos miles de veces mayor que su propio cuerpo, el ratón dio algunos pasos y se frenó a olfatear el aire caliente. Rodríguez, poco inclinado a sentir simpatía por los ratones, ni siquiera por aquellos de los dibujos animados, valoró en ese momento la capacidad de resistencia del animal. Pensó en las veces que había visto salir al patio las cuadrillas de desinfección, que introducían en cada agujero un grueso cartucho fumígeno de veneno, y no encontró explicación para la supervivencia de esa criatura gris. Sin embargo, allí estaba, a pesar de las nubes tóxicas que habían inundado hasta las celdas por varios minutos. Rodríguez pensó que un animal tan resistente, con seguridad existiría mucho tiempo después de que el hombre hubiese desaparecido.


Cuando Chau, Rodríguez… se limita a dar cuenta de lo que su protagonista vio y vivió, se potencia la fuerza de su relato. Pues aunque no resulte tan extraordinario lo que allí se cuenta, es en esa baja intensidad donde surge la energía secreta, la luz que nunca se va. Por eso creo que a la novela le sobran la introducción sin título, y el epílogo titulado En casa. En esos pasajes, más reflexivos que narrativos, se lee una pretensión de sacar conclusiones que al resto, esos ascéticos dieciséis capítulos titulados con números romanos, no les hace falta.

viernes, julio 5

Secuelas indeseadas

Si tuviésemos que resumir en una palabra el tipo de escritora que es Joan Didion, probablemente la respuesta sería que es, ante todo, una investigadora. “La información es control” ha sido siempre uno de sus lemas, y supo aplicarlo tanto en sus trabajos (la literatura, el periodismo, los guiones para cine), como en las circunstancias concretas de su vida personal.
En este último aspecto se concentra Noches azules, una “no ficción” autobiográfica en que la autora desmenuza, a su manera fría, cerebral, “quirúrgica” por momentos, las circunstancias del fallecimiento de Quintana, su hija adoptiva de 39 años. Un libro que si bien puede leerse de manera autónoma, también funciona ineludiblemente como secuela de El año del pensamiento mágico (2005), donde Didion se refiere a la repentina muerte de John Gregory Dunne, su marido, también escritor, ocurrida justamente en el marco de las primeras internaciones de Quintana.
La literatura surge entonces como una secuela de la propia vida, en el sentido de que la autora elige valerse de ella, y de su particular manera de encararla, para afrontar esa clase de sucesos que justamente conspiran contra sus supuestas “armas” literarias: el plan, el cálculo, la confianza absoluta en el raciocinio como fuerza organizadora.
La publicación de El año del pensamiento mágico prácticamente coincidió con la muerte de Quintana, y ambos sucesos desembocan en Noches azules, donde si bien el duelo aparece como tema, ya no es el principal. Como si ambas pérdidas ya hubieran sido asimiladas durante la escritura del libro anterior, y ahora aquella reflexión diera lugar a otra, no menos incisiva: la de asumir no ya lo perdido, sino lo que queda aún por perder.
Sin embargo no sería justo referirnos a Noches azules como un libro meramente reflexivo, puesto que Didion, aún en las circunstancias más penosas y agobiantes (y quizás como un antídoto para éstas), no deja de revelarse como una narradora sensible y eficaz. Es entonces que emerge una y otra vez el relato, y con éste una apuesta, nada complaciente por cierto, a la vida.        
Las vivencias que recupera Didion, tanto pasadas como del presente autobiográfico más inmediato, nos remiten a un sector social en particular: el de una clase media-alta norteamericana ilustrada y cosmopolita. Asistimos entonces a diferentes escenas en la vida de los Dunne-Didion, quienes así como se codean con el lujo y las luminarias de Hollywood, también sufren la enfermedad y la muerte a su particular manera. Ese arco de experiencias es retratado, tanto en Noches azules como en El año del pensamiento mágico, con un detalle y precisión casi antropológicos que no llegan a eclipsar, sino al contrario, las emociones de la aparentemente fría Didion.
Por momentos puede resultar cansadora toda esta moda actual de la autorreferencia. Pero como moda que es, pasará. Y entre lo que quede, seguramente encontraremos unos cuantos pasajes de Noches azules. Por ejemplo los que aluden al tópico del título: ese período del año, previo al solsticio de verano, en que entre el día y la noche se interpone un lapso de luz azul que viene del cielo y tiñe todo lo demás. Instantes en que el día pareciera resistirse a abandonarnos, pero que en otro sentido, preanuncian la inminente oscuridad.

lunes, febrero 25

Presentación en Córdoba!


El viernes 1 de marzo, a las 19:30, presentamos Soja en las banquinas en la Librería Universitaria (Félix Frías 60) con los amigos: Sergio Gaiteri (presentador), Pedro Sosa (guitarra) y Andrés Díaz (percusión). Todos invitados!

(De yapa, dos generosas lecturas de la novelita: Omar Genovese en Nación Apache, y Diego Vigna en El Lince Miope.)

sábado, diciembre 22

El acontecer sin fin



El acontecer sin fin 
de lo que es y lo que ha sido,
con sólo ser parte de ello
ya es un asombro para mí.
El acontecer sin fin 

de las olas contra los acantilados,
de las semillas que el viento arrastra.
El acontecer sin fin 
de almas arribando constantemente
desde las costas de la eternidad,
de pájaros, abejas y mariposas
desfilando frente a mis ojos.
El acontecer sin fin 
de los cuatro vientos cambiando de dirección,
las estrellas al anochecer, el sol saliendo de nuevo,
el canto de los pájaros justo antes del día.
Para algunos es como ir por la cuerda floja 
con ojos vendados y temblando,
miedo y dolor a cada lado,
como ir por la cuerda floja…
El acontecer sin fin 
de la guerra perpetua y la llaga del hambre,
de desear que llegue el día 
y dios por fin corra esa piedra.
El acontecer sin fin 
de lo que es y lo que ha sido,
con sólo ser parte de ello

ya es un asombro para mí.

martes, diciembre 18

Perdido como Riquelme

(Una reseña que tenía cajoneada.)



El empampado Riquelme
Francisco Mouat
Libros del Náufrago, 2011
144 páginas

Hay títulos elocuentes, reveladores, de alto poder sugestivo, y títulos como el de este libro. Desde el vamos la presencia de un americanismo, junto a un apellido que más bien sugiere evocaciones de otro ámbito muy particular, sumergen al potencial lector argentino en el desconcierto, lo sitúan frente a un enigma. Y tal contingencia no deja de ser coherente con lo que aquél va a encontrarse en sus páginas.
En un principio, El empampado Riquelme se lee como una crónica policial: la que indaga en el misterioso caso de un hombre desaparecido en medio de un viaje en tren, y hallado cuarenta y tres años más tarde, sin vida, en medio del desierto de Atacama. Un empampado, entonces, vendría a ser alguien tragado no por la tierra, sino más exactamente, por “la pampa”.
Pero una vez despejada la incógnita del título, surge otra menos fortuita y más insondable. Porque el formato de la investigación periodística, pese a mantener sus señas de estilo, va dando forma a un libro tan extraño y mutante como su propio tema.  
El hallazgo en medio del desierto de los restos de Julio Riquelme (prácticamente intactos a no ser por el viento, el sol y el paso del tiempo), moviliza a Francisco Mouat, periodista y escritor chileno. “Tengo una fijación –señala el autor en un pasaje del libro-, no sé muy bien por qué, con los perdidos, con los que desaparecen y no dejan huella, con aquellos sujetos que escriben con sus vidas una historia mínima que apenas alcanza a tocar a los pocos que están cerca de ellos, con suerte su familia, sus amantes y sus escasos amigos; seres humanos que parecieran no afectar a nadie más en este planeta y cuyo destino no interesa socialmente”.
Con esa fijación como premisa, Mouat se dirige al sitio donde en 1999 fue localizado el esqueleto de Riquelme, con ropa puesta y documentación en los bolsillos. Luego asiste a su demorado velorio, y entrevista a familiares, compañeros de trabajo, allegados, policías, funcionarios y especialistas de todo tipo, que más que ayudar a resolver los interrogantes, contribuyen a multiplicarlos. 
El creciente misterio hace entonces que el relato vaya despegándose progresivamente del mero oficio periodístico, para aventurarse en los terrenos de una tradición literaria que se remonta por lo menos hasta las crónicas de Indias. Así es cómo de una muy pequeña historia, van brotando temas antiguos y a la vez vigentes: la áspera y silenciosa soledad del hombre americano; el vínculo padre-hijo, con su complicada trama de cercanías y lejanías; el viaje como decisiva experiencia interior, tanto física como psíquica; el desierto como obstáculo implacable de los deseos y expectativas humanos.
Con todo, cabe destacar otro modo en que puede ser leído El empampado Riquelme: como el homenaje a una vieja guardia del periodismo, que hoy ya se encuentra en franca vía de extinción. En plena era de globalización y motores de búsqueda, Mouat le pone el cuerpo y el alma a su pesquisa. Allí quizás tenga origen, en definitiva, la hondura de su testimonio: en el ejercicio de un periodismo menos atento a los postulados corporativos, que al entorno humano y social de su trabajo.     

jueves, mayo 31

ya hace diez años que te fuiste por la ventana, siempre el mismo bardero...

sábado, abril 28

La importancia de llamarse...

miércoles, abril 18

In Absentia pero contento

viernes, marzo 30

En últimas, en asuntos de religión, creer o no creer no es sólo una decisión racional. La fe o la falta de fe no dependen de nuestra voluntad, ni de ninguna misteriosa gracia recibida de lo alto, sino de un aprendizaje temprano, en uno u otro sentido, que es casi imposible de desaprender. Si en la infancia y primera juventud se nos inculcan creencias metafísicas o si por el contrario nos enseñan un punto de vista agnóstico, o ateo, llegados a la edad adulta será prácticamente imposible cambiar de posición. Los niños nacen con un programa innato que los lleva a creer, acríticamente, en lo que afirman con convicción sus mayores. Es conveniente que sea así pues qué tal que naciéramos escépticos y ensayáramos a cruzar la calle sin mirar, o a probar el filo de la navaja en la cara para ver si corta de verdad, o a
internarnos en la selva sin compañía. Creer a ciegas lo que le dicen los padres es una cuestión de supervivencia, para cualquier niño, y en eso caben los asuntos de la vida práctica como también las creencias religiosas. No creen en fantasmas o en personas poseídas por el demonio quienes los han visto, sino aquellos a quienes se los hicieron sentir y ver (aunque no los vieran) desde niños.
A veces unas pocas personas, ebrias de racionalidad, al crecer, recapacitan y por algunos años adoptan el punto de vista descreído, aunque hayan sido educados de un modo confesional, pero cualquier fragilidad de la vida, vejez o enfermedad, los vuelve tremendamente susceptibles a buscar el apoyo de la fe, encarnada en alguna potencia espiritual. Sólo quienes estén, desde muy temprano en la vida, expuestos a la semilla de la duda, podrán dudar de una u otra de sus creencias. Con una dificultad adicional para el punto de vista que desconoce la vida espiritual (en el sentido de seres y lugares que sobreviven después de la muerte o que son preexistentes a nuestra propia vida), que consiste en que probablemente, por una cierta agonía existencial del hombre, y por nuestra torturadora y tremenda conciencia de la muerte, el consuelo de otra vida y de tener un alma inmortal, capaz de llegar al Cielo o capaz de trasmigrar, será siempre más atractiva, y dará más cohesión social y sentimiento de hermandad entre personas lejanas, que la fría y desencantada visión en la que se excluye la existencia de lo sobrenatural. Los hombres sentimos una honda pasión natural que nos atrae hacia el misterio, y es una labor dura, y cotidiana, evitar esa trampa y esa tentación permanente de creer en una indemostrable
dimensión metafísica, en el sentido de seres sin principio ni final, que son el origen de todo, y de impalpables sustancias espirituales o almas que sobreviven a la muerte física. Porque si el alma equivale a la mente, o a la inteligencia, es fácil de demostrar (basta un accidente cerebral, o los abismos oscuros del mal de Alzheimer) que el alma, como dijo un filósofo, no sólo no es inmortal, sino que es mucho más mortal que el cuerpo.

miércoles, marzo 28

(1941-2012)

jueves, marzo 22

Parientes

miércoles, marzo 21

Juntos

viernes, marzo 9

a imprenta!

martes, febrero 14

y pegue facha pegue

domingo, febrero 12

el jardín del ausente


(Foto de Palo Orge)

sábado, enero 21

me voy de vacaciones, los dejo con flopa

Viaje al centro de las urnas

Me publicaron esta crónica en Ciudad X.

jueves, enero 5

Infladísima





La crítica de cine es
un asunto muy delicado
para dejarlo en manos
de los críticos de cine.

miércoles, diciembre 28

jueves, octubre 20

martes, octubre 11




otra colaboración para








viernes, octubre 7

Un sucio patriota

jueves, octubre 6

fragilidad

lunes, octubre 3

Menotti, Villita... y Groucho!!!!!

martes, septiembre 13

lunes, agosto 15

Dos mozos pierna

Lunes, 25 de julio [de 1949]. Borges contó el caso del comisario Bertoni. Se decía que hombres como el comisario Bertoni se habían acabado, que ya no habría más funcionarios con ese sentido del deber, de la justicia y de la responsabilidad. Una anécdota ilustraba estas prendas del comisario. Junto a la comisaría había un baldío y allá pastaba una potranca la que le había echado el ojo un muchacho del barrio, un mozo pierna. Una madrugada, en la seguridad de que no habría nadie, el mozo se le acercó sigilosamente, la volteó y se la cogió. Bertoni, que no era sonso y que estaba en todo, había maliciado las intenciones del joven vecino y esa mañana había madrugado más de lo habitual. Desde el alero de la comisaría, donde mateaba, vigilaba el potrerito. En el momento oportuno se apareció en el lugar del hecho y sorprendió al mozo. Con aquel sentido del deber y de la responsabilidad que ya no volverá a verse, le dijo al mozo: "Bajate los pantalones", y ahí nomás le rompió el culo. Borges recordó riendo que también en la Biblia se dice que hay que matar con la misma arma a la persona y al animal (Levítico 20:15-16).
(Borges, Adolfo Bioy Casares; Edición Minor, 2010)


lunes, agosto 8

"Estos son mis principios. Si no le gustan tengo otros."

sábado, agosto 6

Un muchacho de barrio

martes, agosto 2

como veníamos diciendo









Página/12

sábado, julio 30

(1956-2011)

Son 9 y media de la noche del día que murió Bam Bam Miranda, percusionista de la Mona y de Guarango. Llamo a Sabores del Perú y pido para llevar: Porción de Rabas, Cebiche Mixto, Pescado a la Suiza. Don Cebiche, el dueño del restaurant, me dice que puedo pasar en quince minutos. Estoy en Residencial América, me da justo el tiempo para pasar por el 990 de Ducasse antes de retirar la cena en Alta Córdoba. Por allí voy, está lleno de autos estacionados y personas que van y vienen en la semipenumbra. Velorio en el 990, ésta sí que no la tenía. Si fuera creyente me habría persignado. Sigo viaje, subo por Lavalleja. Llego, la cuadra está llena. El cuidador peruano me indica la siguiente. Entro al ex Cebiche, hasta las manos como era de suponer. Atravieso las mesas y llego al mostrador del fondo, donde está Don Cebiche. Junto a él, mis tres bandejas ya embolsadas. Qué lástima que ya estén, pienso, me pierdo el pisco de la espera. Saludo a Don Cebiche.

Estamos de luto, ¿no?
Así es…
¿Usted estaba?
Sí, fue en el cuarto tema. De pronto de cayó contra uno de los parlantes ésos, los triangulares del escenario…
En fin. No se puede negar que la vivió, ¿no?…
Y, lo que pasa es que la droga… Había estado aquí almorzando, con la gente del Consulado…
Mire usted…
Y murió en el teatro, tocando música…
Como Domingo Cura, el bombista.
¿Ah sí?
Claro, hace unos años, en el San Martín pero de Buenos Aires. Estaba tocando con Chico Novarro, el bolerista, y cayó redondo.
Mire usted…
Así es…
En fin…
Se fue el Bam Bam…
Se fue Bam Bam...

Pago, nos despedimos y salgo con las bandejas. En el zaguán, sobre un panel de arpillera, alcanzo a ver el afiche: Guarango con Bam Bam Miranda, Teatro del Libertador, 28 de Julio.






jueves, julio 28

Vocero sincero

sábado, julio 16

miércoles, julio 13

Premio al mejor comentario de Facebook

martes, julio 12

¡Volvió el mejor Fito!

¿El de Del '63?... ¿El de Giros?... ¿El de Tercer Mundo?...
Naaaa... ¡El de Barcelona!

viernes, julio 8

Tomate uno de éstos...



... y olvidate de la selección!

miércoles, julio 6


adrián // jul 6, 2011 at 11:01 am



Soy de Belgrano. Estoy muy contento, naturalmente, pero a la vez conmocionado como tantos futboleros de este país. Porque vamos, que River se vaya al descenso es ni más ni menos que una cruda señal de que nada será como antes. Ya los días anteriores al partido de vuelta, uno podía encontrarse con hinchas de Boca pidiendo que River no se fuera. Y no es tan raro: ¿cómo puede reconocerse, identificarse uno, si ve desdibujarse a su villano?
Lo que percibo en este post, es que la intervención sólo se sostiene a partir de dejar de lado lo administrativo, decisión que me parece errada porque los hinchas tienen una expresión política-participativa en la vida del club, y es la del socio. Son los socios-hinchas los que votaron y dejaron hacer a Aguilar, y los hinchas no-socios lo vieron de afuera pero tampoco hicieron nada. Ergo, los hinchas, socios y no socios, también son responsables. Correr el cuerpo es una opción, pero no me parece la más adecuada.
En el trasfondo de este post encuentro ecos del rancio superclásico civilización vs. barbarie. Creo que ya se ha discutido bastante al respecto, y coincidiremos en que la afición futbolera, como la sociedad misma, será más o menos bárbara, más o menos civilizada, pero no una-cosa-o-la otra.
Y esta idea de ser “la civilización” (o “la aristocracia”) del fútbol, caracteriza a una buena parte de nuestra afición futbolera, y buena parte de esa buena parte… es de River y es sub-40. O sea los que se acostumbraron a ir a la cancha a que les sirvieran caviar, y hoy, que se les sirve un puchero desabrido, reaccionan de diversas maneras como bien se puede ver en este post y esta tira de comentarios.


PD: recomiendo esta nota de Página del domingo.


tomashotel

sábado, julio 2

Sociazo

jueves, junio 16

No tan diplomáticos

viernes, junio 10

La fórmula del ésito

lunes, junio 6

Realmente grave

La Voz del Interior
Para poner las cosas en términos beatlescos, si al día de hoy el cuarteto se debe su Sgt. Pepper, es porque los grupos viven en un permanente "período Hamburgo", con muchos espectáculos por año. Hay bandas que ofrecen hasta 5 conciertos por semana, y sus integrantes generalmente no encuentran tiempo para componer, tarea que recae en el arreglador del conjunto, que de acuerdo al estilo (y las expectativas de su público) selecciona el repertorio. El repertorio se nutre, a su vez, de tres posibles fuentes. La más común es el cancionero latinoamericano, de donde se extrae un éxito ajeno y se lo lleva al terreno cuartetero. La otra proviene de la pluma del arreglador o un miembro del conjunto. Y la tercera fuente son los compositores autónomos, que escriben canciones en las sombras para ofrecerlas a un grupo y luego, en caso de quedar seleccionadas, cobrar su parte en Sadaic.

José Heinz en Cuarteteando así, incluido en el más que interesante "informe-sobre-cuarteto-para-caretas-como-uno" de la Ciudad X de junio.

lunes, mayo 16

yast bisnes V

jueves, mayo 12

¿Usted quiere decir freaks, don Marcos?

 

martes, mayo 10

Jay Sherman recomienda...



... mi primera colaboración
para El Lince Miope.

viernes, mayo 6

Pasen y lean!

martes, abril 26

Chocolate rancio

Soy de Belgrano, y por añadidura hay algo que no puedo negar: me agradan las derrotas de Talleres. De hecho, cada vez que el club de Barrio Jardín recibe un golpe duro (como el 1-5 del domingo pasado vs. Brown de Madryn) crecen las visitas a cierta entrada de este blog.

Pero resulta que hoy, leo sobre el reportaje radial que ayer le hicieron a Héctor “Chocolate” Baley, arquero del (para desgracia en mi caso…) memorable Talleres de finales de los ’70, y me vienen recuerdos...
Recuerdos de cuando jugaba al “baby fútbol” en el Centro Vecinal Suquía de barrio Empalme, y tras perder algún partido, mis compañeros y yo recibíamos agravios, y hasta insultos, del puñado de viejos chotos que concurrían diariamente a viejochotear a las instalaciones del club.
Me hiciste acordar de ellos, “Chocolate”. ¿Y sabés qué? Me diste asco.

Bandeja de Entrada: Javier Adúriz

De: El Espejo Libros. (espejolibros@elespejolibros.com.ar)

Enviado: lunes, 25 de abril de 2011 05:44:58 p.m.
Para: ;


Javier Adúriz mira los samurai, esos guerreros japoneses iniciados en el budismo zen que sabían, saben, mirar los límites de lo humano. El también sabía. Allí están sus poemas en los confines de muchas experiencias y el asombro: "Querido escuerzo / no me mires así / estoy de paso" . Los mira en esta ubicuidad que asumo para hablar sobre su generosa vida. Dadivosa, podría bien decir, para dar con el talante de este heredero de los bardos, ya que el humor de su corazón y los dones de la palabra rebasaron su apasionado cuerpo y con calma y dedicación abrazó no sólo el destino de la poesía, sino la complicidad de la amistad y su lugar en la tribuna, en el tablón. Sus amigos están de duelo, guardan silencio, tal vez escriban también su homenaje, aunque saben, con Javier, que... "A cada paso / vas hundiendo tus pies / en otra carne".
Apenas disfruté tres años de su cariño. Y parte del último sólo con noticias sobre su salud. Estaba consternado, el camión de la enfermedad se lo había llevado por delante. Pero no cedía, seguía planeando libros que publicó con sus amigos Pereiro, Sylvester, Oteriño y muchos más. Su familia excedía con creces el círculo íntimo de su querida Ana y sus hijos, a quienes les legó en vida:




"El atómico" declara su deseo

Dejo dicho, en caso de no atinar al piletón,
que lego mi flamante casco de corcho
a Agustín, y también las antiparras.
Para Isidro, el overol de loneta reforzada

amén de la flexible bigotera del abuelo:
Para Julieta el maillot, que aunque gordo
y con costuras, ella sabrá ajustarlo.
Para Román, el capirote de hule y los botines


que trajinados y todo, aún son de largo uso.
Para Lucía, el arnés y la mochila de lastre
que habrán de serle fieles para acunar los hijos.


A la señora, en cambio, mi dama, testo y dejo
que me dejo de joder con estos trastos.
Los amo, amigos, porque hicieron el significado.


La última vez que lo ví nos despedimos en la parada de un colectivo. Me fui extrañándolo en un silencio donde las vivencias compartidas y sus poemas gravitan.
Cuando lo conocí, nos bastó unos minutos para sondear los andariveles inciertos de los poemas cumpas, para encontrar los guiños de la noche. Cuando le dije que viajaba a menudo a Buenos Aires, desde mi Córdoba, ahí mismo me ofreció hospedaje en su departamentito de Peña, donde tenía el taller de escritura. Allí, hay varias imágenes budistas. Le fascinaba ese mundo habitado de aire y bruma, en una danza perpetua, que lentamente el vacío rodea. La respiración a él se le antojaba con tabaco, y así teñida encontraba su norte, su pálpito, sus goles.


En La verdad se mueve, un proverbio zen que cita al comienzo del libro, escribió:


"Oís el río, Okusai? No está lejos.
Tiene el sonido ambiguo de la vida.
Son como cascotitos limpiándose
con la corriente, algo múltiple.

Prestá atención. Detrás del ruido
se ve el nacimiento rudo de las cosas,
eso íntimo, desesperado casi, casi
enorme en su notoria nimiedad.

¿Oís, Okusai? ¿Ves? No necesito
que me pongas esa cara de tintorero
feliz. Dejate ir nomás, un poco.
¿O vinimos nada más que para esto?"









Gracias Javier por tanta vida!


Antonio Moro






Breve Noticia Biobibliográfica:


Javier Adúriz, poeta argentino, nació el 16 de abril de 1948 en Buenos Aires, falleció el 21 de Abril de 2011. Se dedicó a la docencia y colaboró en varias publicaciones de poesía. Fue director de la publicación León en el Bidet. La revista Omero/poesía le dedicó un número monográfico con antología: Vámonos con Pancho Villa y otros poemas, en 2002. Colaboró regularmente desde su fundación en la revista “Hablar de poesía”. Ha escrito numerosos ensayos sobre literatura argentina y realizado versiones de poesía inglesa en la colección “Traducciones del Dock”, que dirigió hasta su fallecimiento. Codirigía con Oteriño y Sylvester la colección "Epoca", en Ed. del Dock, donde publicó textos sobre la poesía.


Obra poética:


* Palabra sola


* En sombra de elegía


* Solos de conciencia


* Égloga brusca


* La forma humana


* Canción del samurai


* La verdad se mueve


* Esto es así






Varios poemas de Javier Adúriz han sido musicalizados por el compositor Juan María Solare, como:


* Más allá del amor (mezzosoprano, clarinete, viola, cello)


* Mala leche (canto y piano)


* Tiempo (para coro)


* Sombra (para coro)



"Antes de irme / voy a colgar la ropa / en una percha"

domingo, abril 24

Ni el primero ni el último