Mirémoslo de este modo: Matt Groening le está haciendo un pequeño favor a la familia peroncha, al darle por fin la posibilidad de desmentir exitosamente una canallada atribuida a su alma páter. Porque hasta donde yo sé, no se puede decir que el Potro haya sido un “desaparecedor” sistemático como otros canallas a los que dio asilo en sus supuestos años dorados.
Por otra parte qué diferentes, o mejor dicho divergentes, pueden resultar a veces Perón y el peronismo. Anoche, zappineando lo más lejos posible de Tinelli, me encuentro en el canal 10 local con la película Pulqui, un instante en la patria de la felicidad (Alejandro Fernández Mouján, 2007): la aventura de un artista plástico y un técnico metalúrgico, asociados para construir una réplica de un legendario Objeto Volador Justicialista.
Así como por más ateo que uno se declare no puede zafar de ciertas matrices de pensamiento y sentimiento cristianas, es difícil no simpatizar con la utopía naif del primer peronismo. Por supuesto, podemos cansarnos de enumerar los monstruos, las pesadillas agazapadas que tarde y temprano se vuelven realidad. Pero quizás no debiéramos dejar que se pierdan ciertos viejos y entrañables juguetes de cuando éramos hombres-niños.
You Tube, La Voz, El Amante
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