lunes, noviembre 14

Belgrano 2-Talleres 0


A partir del comienzo del segundo tiempo, y por unas dos horas más o menos, se deshizo una costura en mi burbuja escéptica frente al fútbol. Primero asomó la cámara, un lombote de goma que la deformó levemente, y que en pocos minutos sufrió un leve pinchazo. Así, como un vientito fresco entrando en vez de saliendo, volvían aquellas sensaciones de plenitud futbolera extraviadas hacía más o menos veinte años (sin por ello haber dejado de ir a las canchas, extraña persistencia sin mucho porqué...).
Se trataba del triunfo, pero más bien de sus consecuencias. La alegría infantil de los en general demasiado amargados y adultos plateístas. Vi a uno bajando la tribuna durante el grito de un gol, y abrazando uno por uno a los que se cruzaba. Un tarado total. Pero tan feliz. Del otro lado, los más bajaban la vista, mientras unos pocos hacían el gesto del índice o el antebrazo o el mástil de la bandera en el hoyito del pulgar y el índice.
Después del segundo gol, muchos directamente se iban. Otros, de la popu, la enfrentaban a la cana alegremente embroncados. La alegría del plateísta viendo a la hinchada rival derrotada y enkilombada, es directamente proporcional a tantas amarguras de otras tardes, mirando a la propia hacer eso mismo, o sea lo que uno haría si no fuera tan... tan plateísta, digamos.
La humorada cretina del momento era decir: “Ah, yo a Campodónico siempre lo banqué”. Tanto que lo habían putiado, todos lo sabían, por eso el chiste les causaba tanta gracia y se lo repetían unos a otros.
Hacia el final, los papelitos en la popular de Talleres empiezan a arder. El viento expande el fuego y muchos aprovechan para irse. Algunos, en cambio, se arriman a la baranda del foso y eligen quedarse ahí, presentes, firmes entre la derrota y el fuego.
Termina el partido. Alguien inventó una copa para el ganador y los jugadores se ponen a dar una vuelta olímpica. Al lado mío, un adolescente les grita a los del otro lado: “¡Vieron, putos: salimos campeones!” Qué manera de mandar cualquiera, pienso, tan contento como él.
Los botones cazan a un pibe que había entrado a la cancha. Lo llevan agarrado de las cuatro extremidades para el lado del túnel . En el estacionamiento, hay gente alrededor de un viejo medio desmayado, redondo en el piso ardiente, dándole aire y pidiendo ayuda. Parece que un pibe le afanó el celular. Un heladero echa agua fría de su conservadora de telgopor en las cabezas de los que se prestan. “¡No, a vo no –le dice a uno-, vo so rubio! ¡A lo negro nomá!”.
Saliendo del chateau, el embotellamiento más feliz del mundo.
Todavía me sorprende, este deporte de locos...

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Belgrano.....que raro sentimiento...
Se lleva en la sangre ....aunque hayan pasado 10, 20, 30 años....
o mas......
Quizas represente a un barrio de estudiantes....de sillas en la vereda con gente tomando mate...de olor a chicharron....a locro o empanadas.....
a barquitos de papel bajando por el agua de la orilla de la calle despues de la lluvia...
quizas represente la valentia de de parte de un pueblo para acunar un cordobazo...
para resistirse a las injusticias...
quizas sea solamente sea un crisol de esperanzadas almas venidas de muchas otras provincias...
.....quizas todo eso.....
....pero el inigualable celeste se distingue siempre, en el alma, en la vida y en el tiempo.

7:48 p. m.  

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