Perdidos en la traducción
Ya estamos bastante (mal) acostumbrados: en Argentina se ven películas llamadas El amor es un eterno vagabundo en lugar de Tallo de hierro; Una luz en el infierno en lugar de Un cuento del Bronx; Prohibida obsesión en lugar de Mar de amor; Una relación particular en lugar de Una relación pornográfica.
Con todo, es sugestivo que a la sobrecogedora Historia japonesa (Sue Brooks, 2003) le hayan puesto Encuentro de amor. Es como si la elusión revelara precisamente una clave de la historia: ese laberinto hipermovedizo, paciente, tenaz y milenario, al que llamamos Japón. Como con la aquí llamada Perdidos en Tokio, se prefirió retirar del título la referencia al país de la venturemanía, aquel fenómeno que los Ventures, la legendaria banda de rock instrumental de Seattle, jamás lograron descifrar.
Laberinto en el que el extranjero puede perderse muy pronto, pero que el japonés habita como pez en el agua. La fascinación y el extravío, en cambio, lo aguardan al salir, al encontrarse con otros laberintos no llamados Japón.
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