lunes, diciembre 14

Nace una estrella


Habla y se perturba como un jugador empedernido. No sólo cuando se refiere a los casinos. El fútbol lo enajena y con frecuencia lo lleva a usar el helicóptero o el avión de la gobernación para seguir los pasos de su equipo, Banfield, por todo el país.
Al fútbol le ha entregado tiempo y dinero. Gracias a un decreto municipal que en 1993 le hizo firmar al intendente Tavano, el seis por ciento de la recaudación del bingo de Lomas de Zamora tiene como destino la cuenta corriente de Banfield. Setenta, ochenta mil dólares al mes. Medida no muy caballerosa, porque los clubes Temperley y Los Andes, también de la zona, no reciben un mísero centavo.
Asimismo, y en sociedad con Chicho Pardo, el gobernador ha comprado algunos jugadores para el club, como Javier Zanetti y Ángel David Comizzo. Las ceremonias de firmas de los contratos se efectúan generalmente en las oficinas que Pardo tiene en el Banco Mariva, en la calle San Martín. Guido Alvarenga fue el último jugador cuyo pase adquirieron Pardo-Duhalde.
La reputación que Duhalde se ganó como hacedor de los negocios de Banfield ha llegado al extranjero. En agosto de 1995, un estudiante norteamericano de periodismo llamado Brant Wahl, de la Universidad de Chicago, resolvió aventurarse por los pasillos del club de Lomas de Zamora con el propósito de observar el desarrollo de las elecciones para elegir las nuevas autoridades de Banfield. Wahl estaba trabajando en su tesis de doctorado acerca de las relaciones entre el fútbol y el poder político en Sudamérica.
Sus dificultades para hilvanar un par de frases en español, y la naturaleza de las preguntas que formulaba, avivaron las sospechas de Carlos Tempone (secretario privado del gobernador y ex tesorero de Banfield) y otros hombres del club que el estudiante intentó entrevistar. El norteamericano únicamente quería saber cuánto dinero había invertido Duhalde en el club; si era cierto que la sola palabra del gobernador podía conducir a la contratación de un jugador o a la caída de otro; si los gastos que comportaba el uso del helicóptero oficial para asistir a un partido corrían por cuenta de Duhalde o salían de la gobernación.
No logró averiguar mucho. Lo rodearon, lo acusaron de agente de la CIA, acaso enviado de la DEA, y con escasa amabilidad le solicitaron que continuara su trabajo en la vereda.

Hernán López Echagüe, El otro. Una biografía política de Eduardo Duhalde, 1996