Ofensores ofendidos
Supongamos que uno es bromista. Y famoso por serlo. Entonces adonde quiera que uno va, los otros ya están preparados para seguirle a uno el juego y así, no quedar mal parados. Entonces uno se siente una especie de institución del "bromismo"; cómo no, si todos lo aceptan a uno, y es más, ¡lo respetan! Uno es tenido por "desacartonado", por "ácido", por "corrosivo". En definitiva, uno es tenido por (y se siente) "necesario".
Pero en cierto momento, viene alguien y le dice a uno que lo detesta, y por qué. Sin bromas, sin vueltas, con suma claridad y concisión. Entonces es probable que uno insista con ser bromista, pero que le cueste mucho, muchísimo, disimular la calentura. Tanto, que uno, justamente uno, termina invocando su propio gen menemoide.
Pero en cierto momento, viene alguien y le dice a uno que lo detesta, y por qué. Sin bromas, sin vueltas, con suma claridad y concisión. Entonces es probable que uno insista con ser bromista, pero que le cueste mucho, muchísimo, disimular la calentura. Tanto, que uno, justamente uno, termina invocando su propio gen menemoide.
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