jueves, julio 2

Ofensores ofendidos

Supongamos que uno es bromista. Y famoso por serlo. Entonces adonde quiera que uno va, los otros ya están preparados para seguirle a uno el juego y así, no quedar mal parados. Entonces uno se siente una especie de institución del "bromismo"; cómo no, si todos lo aceptan a uno, y es más, ¡lo respetan! Uno es tenido por "desacartonado", por "ácido", por "corrosivo". En definitiva, uno es tenido por (y se siente) "necesario".
Pero en cierto momento, viene alguien y le dice a uno que lo detesta, y por qué. Sin bromas, sin vueltas, con suma claridad y concisión. Entonces es probable que uno insista con ser bromista, pero que le cueste mucho, muchísimo, disimular la calentura. Tanto, que uno, justamente uno, termina invocando su propio gen menemoide.