Nudo ciego
Es en la esquina de casa que se oponen a la construcción del nudo vial. Son comerciantes que prosperaron con el progreso de la zona, y ahora se ven perjudicados más o menos por lo mismo. Queman gomas, despliegan banderones celestes y blancos, dicen ser “gente de trabajo, no piqueteros”. Pero lo que mortifica a mi perro son los cohetes, seguramente provistos por el pirotecnero de la movilización. Cada vez que suena uno, la desesperada bestia se me pega y no se separa más. Si estoy en la cama, se sube. Si voy a la heladera, se para en el medio y no deja abrirla. El superkiosco del frente tiene un cartelazo que reza: “NO AL NUDO, CON UN POZO Y UN EMBUDO”. Me preguntan qué significa, digo qué sé yo, dará un show solidario algún grupo de folklore de proyección llamado Un pozo y un embudo. Me río solo del chiste tonto. Suena otro cohete y el perro tiembla, lo llevo atado a una rodilla mientras le busco sedante. Hay que echárselo en el agua, pero directamente le abro la boca y aprieto el frasquito un par de veces: gotas más, gotas menos, habrán sido cerca de quince. Suena otro cohete. Lo abrazo y le digo: ya va a pasar, hermano. Él chasquea la lengua y mueve la cola.
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