Viendo por segunda vez Los rubios (Albertina Carri, 2003), pensaba en cómo la memoria de aquellos años de dictadura, hasta hace poco, se expresaba sólo a través de quienes entonces fueron, como mínimo, adolescentes.
La de los que en aquella época fuimos bebés y/o niños, en cambio, creo que en buena medida quedó librada a su suerte, una suerte bastante silenciosa por lo menos hasta que los años nos hicieron conscientes de que teníamos una voz, y de que ésta merecía ser alimentada.
A partir de ese punto, nos largamos en el intento de saber qué (nos) pasó. La institución H.I.J.O.S. es un emergente visible de este proceso, pero hay más, mucho más. No sólo hijos de desaparecidos y de detenidos sobrevivientes (mi caso) deben de haberse encontrado con esos blancos flagrantes de memoria.
Con la edad “madura” llega un proceso de mayor o menor resignificación de aquel mundo de cuando éramos nenes: lo que ocurría más allá de nuestros horizontes de playmobils, rastis y Gachis Ferraris.
Lo que la película cuenta es justamente el caos y la reconstrucción de una memoria, en el caso de una cineasta que pone a andar para ello los recursos de su oficio. La búsqueda es errática, dolorosa, y más bien desencontrada con los restos de la propia familia y con las generaciones mayores.
Para el que fue niño en ese tiempo, debe ser difícil ver Los rubios sin sentirse interpelado en alguna medida. Por lo menos en los videos de Córdoba, no la he encontrado. Tampoco se localiza con facilidad Kamchatka (Marcelo Piñeyro, 2002), de temática similar y formato más clásico, con un tratamiento que impregna sus imágenes de un tono sepia como el de las fotos de entonces, aquéllas con marco blanco y la fecha chiquita arriba.
Los rubios se verá en I-Sat la noche del sábado a la 1.
La de los que en aquella época fuimos bebés y/o niños, en cambio, creo que en buena medida quedó librada a su suerte, una suerte bastante silenciosa por lo menos hasta que los años nos hicieron conscientes de que teníamos una voz, y de que ésta merecía ser alimentada.
A partir de ese punto, nos largamos en el intento de saber qué (nos) pasó. La institución H.I.J.O.S. es un emergente visible de este proceso, pero hay más, mucho más. No sólo hijos de desaparecidos y de detenidos sobrevivientes (mi caso) deben de haberse encontrado con esos blancos flagrantes de memoria.
Con la edad “madura” llega un proceso de mayor o menor resignificación de aquel mundo de cuando éramos nenes: lo que ocurría más allá de nuestros horizontes de playmobils, rastis y Gachis Ferraris.
Lo que la película cuenta es justamente el caos y la reconstrucción de una memoria, en el caso de una cineasta que pone a andar para ello los recursos de su oficio. La búsqueda es errática, dolorosa, y más bien desencontrada con los restos de la propia familia y con las generaciones mayores.
Para el que fue niño en ese tiempo, debe ser difícil ver Los rubios sin sentirse interpelado en alguna medida. Por lo menos en los videos de Córdoba, no la he encontrado. Tampoco se localiza con facilidad Kamchatka (Marcelo Piñeyro, 2002), de temática similar y formato más clásico, con un tratamiento que impregna sus imágenes de un tono sepia como el de las fotos de entonces, aquéllas con marco blanco y la fecha chiquita arriba.
Los rubios se verá en I-Sat la noche del sábado a la 1.
1 Comments:
Vi la pelicula "los rubios" en el cine Select de mi ciudad natal, La Plata, entendía, antes de ver la pelicula, que era una especie de domcumental de otro documental, bueno en ese marco me encontré con un trabajo ordenado y demoledor, en todos sus aspectos video-narrativo.
Fue imposible para mí contener la angustia y ponerme a llorar como pocas veces lo hice en el cine.
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