Taller Literario Zimmer. Hoy: Ciro de Los Piojos
Un tallerista debe estar bien dispuesto para recibir a sus clientes, pero no era ésta la mañana más adecuada para que Beto Zimmermanni cumpliera con la regla. Ecogas y EPEC le habían descubierto sendas conexiones truchas de gas y luz, y ahora debía concurrir a oscuros estudios de abogados para emprender la financiación de las deudas. Esto en el mejor de los casos, ya que el literato aún no podía encontrar al padre de su ex mujer, único candidato a garante posible. Menos mal que todavía no lo aquejaba el interrogante de cómo juntar la plata; si no, sus nervios habrían dicho basta.
A punto de estallar estuvieron éstos, sin embargo, cuando Beto oyó una voz conocida desde el mostrador del Royal:
- Buenas jefe, ando ganas de encontrar a Denis Rusós.
Mientras trataba de contener la indignación, Zimmer rezongó por lo bajo: “Puttta, che... ¿Justo me tenía que caer el que escribió la peor letra de los últimos tiempos?... ¿Por qué de última no habrá venido el otro Ciro, el de Attaque, que por lo menos hizo la segunda y la tercera?...”
En ese momento llegaba Martínez a su mesa, con la mano extendida.
- Don Beto –le decía-, máster de los másteres, un placer poder tomar una ginebra con gente despierta.
- Esta sí que es Argentina... –suspiró Zimmer, dándole una mano blanda, desanimada.
- ¿Cómo dice, Beto?
- Nada, nada... Sentate, haceme el favor...
- ¡Pero cómo no, fiera! ¡Ya pedí birra y dos ginebritas, para hacer ying and yang!
- Qué ying and yang.
- Ying trago ginebra, yang trago cerveza, qué tal, je...
- No me contés en ésa. Ginebra y listo para mí.
El silencio tenso que siguió lo cortó Gervasio, el mozo, trayendo lo pedido. Ciro se sirvió lo suyo y propuso un brindis. El tallerista aceptó de regular gana.
- Bueno, don Zimmer –encaró el piojo-, ¿qué tendrá para mí?
- Atendeme una cosa: ¿qué tenés que meterte con los ídolos de las personas, vos?
- Per... Cóm... ¿Qué ídolos...?
- Claro, si vos ni te das cuenta, para qué te digo...
- Disculpe, don Beto, pero no le entiendo nada.
- Si, no sólo a mí, no me entendés nada, vos...
- Bueno, Zimmer, no se pase, ¿eh?
- ¡Que no me pase las verijas, che rockero chabón y que te recontra! ¡Qué tiene que ver el Parkinson de Cassius Clay con las chinitas tecno que vos te andás levantando por ahí!
- Ah... por eso me lo dice...
- ¿Con qué cara te burlás de un grande, vos? ¡Te tenés que hacer gárgaras con Mr. Músculo antes de cantar sobre Ali!
- Bueno, Beto, yo no sabía...
- Claro, vos no sabías... Oíme: yo estuve en un recital tuyo. Estaba lleno de pibes chicos, ocho, nueve, diez años. ¿Esos son los ejemplos que les das? Yo de chico veía siempre con mi viejo, que en paz descanse, los combates del más grande entre los grandes... Contra Frazier, Liston, Foreman en Zaire, ¡Bonavena!... ¡Y vos te machacás las neuronas con porro, éxtasis y birra y les secás la mente a las nuevas generaciones!
- Disculpe, Beto... no fue mi intención...
- Tomatelás, Martínez, haceme el favor, ¿ah? Mandate a mudar.
Se tuvo que ir el piojo, entonces. Gervasio se acercó a la mesa.
- Qué poco profesionalismo el tuyo, Denis... Espantás los clientes, ¿no te das cuenta?
Zimmer se zampó los dos vasos de ginebra y se quedó mirando por la ventana.
- Es que ya no hay respeto, che... Y yo tampoco soy de hielo, qué querés que le haga...
- Qué sé yo, macho, tené un poco más de paciencia...
- Quevacer, Gervasio... El sabor del desencuentro, que le dicen...
2 Comments:
Just like Chilindrina thought:
ene-o
¡nel!
Tsunami spam, uf...
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