martes, agosto 9

La música de Robert Johnson


El blues del Delta del Mississippi es la matriz de muchos sonidos populares de la actualidad. Las canciones, el estilo de ejecución, el tono, y virtualmente todo lo que caracteriza a esta variedad regional de la vieja música negra, ha sido incorporado al moderno rock and roll.
Muchos de los instrumentistas de la región (guitarristas, pianistas, percusionistas, armoniquistas, vocalistas) han dejado y siguen dejando su marca en músicos más jóvenes, pero muy pocos han tenido una impronta tan honda y perdurable como Robert Johnson, el reconocido
King of the Delta Blues Singers.
Aunque el mismo Robert Johnson fue influenciado por músicos vecinos y grabaciones de su época, tal como lo demuestran las melodías y acompañamientos por él utilizados para varias de sus piezas, lo que él hizo de tal influencia fue a tal punto un desvío de lo asimilado, que de nada sirve aquélla como aspecto relevante (excepto para la determinación de lo más básico de su estilo), sino en todo caso como una cuestión de interés musicológico.
En todo caso, lo que sí resulta significante es la profunda influencia que él, su música y sus grabaciones tuvieron en sus contemporáneos, y la tremenda contribución que todos ellos hicieron y continúan haciendo en la evolución del
blues y de la música popular en general.
Debido a su absoluto control de la técnica en la ejecución y del tono en su canto, la emoción y la tensión de que imbuyó sus interpretaciones, y la inspiración y turbulencia interna en ellas desplegadas, las grabaciones de Robert Johnson bien pueden destacarse como el más irresistible, impresionante e influyente conjunto de trabajos jamás plasmado por un
bluesman.

Tenía que surgir un Robert Johnson. En los años ’30, cuando la urbanización se extendió por los EE.UU., alguien tenía que envolver el
blues rural, ponerle una cinta con moño, y llevarlo a la ciudad. Johnson, con su alienación y aislamiento notorios respecto de su comunidad agraria primigenia, se convirtió en el porsonaje lógico. Así y todo, tal transición no se dio sin casualidades.
El dilema de tocar música para la mentalidad rural al mismo tiempo que se intenta despegar de ella, no sirvió solamente para extender hasta sus más lejanos alcances la forma y las posibilidades del
blues rural, sino que además, al comportar un fuerte elemento de autodestrucción, acabó, lógica y quizás predeciblemente, destruyendo al género (en su formato, y especialmente en su relevancia cultural) y, por añadidura, a su exponente.

El obvio conflicto al interior de una mente sensible como la de Johnson, no fue solamente la clave de su propia autodestrucción, sino que además su existencia acabó traduciéndose en todo un estado de neurosis urbana. A la luz de esto, puede verse claramente por qué el material de Johnson, en su conjunto, denota todo un adelantamiento y encarna una vanguardia que, unidos a su fuerza expresiva, se convirtieron en el más poderoso elemento del moderno
blues eléctrico de los ‘50 en Chicago, y por ende del rock and roll de los ’50 y ’60, y del rock de los ’70 y ’80.

El decidido esfuerzo de Johnson por apartarse del estilo de vida de antepasados y pares, nunca prosperó. Le gustara o no, él era un chico del campo; y como dice el viejo dicho: “
you can take the boy out of the country, but…". En cualquier caso su deseo de cambio, unido a su sensibilidad y juventud, lo volvieron ansioso, ardiente, y en consecuencia, precozmente individualista. Sus más grandiosos blues no sólo están cargados de emoción fiera y honesta, sino que además combinan el desasosiego y la insatisfacción con una casi omnipresente solemnidad.
Su típica energía juvenil era puesta a trabajar en sus canciones, y eso lo hizo vulnerable a ser arrastrado por éstas. Víctima de las limitaciones de la forma y los tiempos musicales, él probablemente se sentía libre y por encima de ellas al estar involucrado en la creación y/o ejecución de música.
Cuando estaba con su música, se volvía uno con ésta y cantaba con tal inspiración que sus canciones se convertían en fervientes lamentos, pronunciados en un lenguaje universal, de vastas implicancias y claro significado. Más allá de lo que Johnson puntualmente pueda estar cantando, la realidad de su situación puede palparse poderosamente.
Por cierto que esto él lo sentía y también lo sabía, pero es obvio, por sus propias palabras, que no lo comprendía. Él no era un hombre instruido, después de todo. Su acercamiento a la música, e incluso a la vida misma, era puramente intuitivo. Él era un sencillo chico del campo con una visión de la vida cimentada en una estricta serie cristiana de costumbres sexuales y morales, que jamás llegaría a justificar por completo, excepto tal vez en su hora final.
Esta inconsciencia o desconocimiento de lo subconsciente sin una comprensión acabada de sus implicaciones, es el costado más patético de toda la existencia de Johnson. Es el elemento subyacente y la clave de su romántico encanto, tanto para las mujeres de su tiempo como para muchos otros más adelante, con el correr de los años y los estilos.
Johnson disimulaba su ignorancia asumiendo su confusión acerca de cuatro campos temáticos principales: el amor, generalmente no correspondido; los viajes, que a menudo son más bien fugas; los pensamientos malignos, sobre todo de daños contra sí mismo o una amante; y una cuidadosa actividad mental que dominaba su trabajo. Él sabía que sus circunstancias, su suerte, su destino, estaban fuera de su control, mas no le satisfacía aceptar ciegamente este hecho, no al menos sin una buena cuota de reflexión al respecto.

El tono de su entera obra cancionística es la sobriedad. Incluso cuando algún elemento de humor aparece, los modales se mantienen sobrios. En cada nota, en cada frase de cualquier canción grabada por Johnson, es obvio el hecho de que él estaba tomándose el asunto muy en serio. Y lo mismo puede decirse de su acercamiento a la música en general.


(De Stephen C. LaVere, notas a la edición de Robert Johnson: The Complete Recordings, 1990)