jueves, julio 14

Diablo Discos


Disculpen si molesto con esto de los discos en oferta, pero es que… es como un hobby que tengo… Además, ¿cómo pasar por alto en La miel y el cuchillo que llegó a mi oficina el mismísimo Diablo Monserrat y me vendió dos cedés bárbaros a cinco pesos?
Sí, leyeron bien, ¡el Diablo Monserrat!
Resulta que apareció por acá con un transparente tamaño oficio lleno de nombres de artistas y obras. Yo lo vi y pensé: “¡Es él!”, pero no le dije nada para no incomodarlo. Me lo figuré todo: el guaso anda medio de capa caída, ya con treinta y largos, injustamente descendido al Argentino A con Racing de Córdoba hace cosa de días… Y bueno, no tuvo ningún problema en salir a pelearla vendiendo discos grabados en su compu.

Me acordé de la última vez que lo había visto antes de ésta: a la salida de un amistoso Belgrano–Boca en el Chateau que había ganado Belgrano por penales. Salía del vestuario, y un compañero, el Pampa Rosané si no me equivoco (a quien ya había visto alguna vez en Keops de Carlos Paz, luciendo sombrero de cowboy color cremita y charlando con dos minas), le preguntó:
- ¿Y, Diablo, qué vas a hacer?
- Mirá -le dijo el Diablo-: io me voy al baile, no sé vo.
Monserrat, que había jugado un gran partido aquella noche, estaba excitadísimo. Como si hubiera entrevisto en aquel momento sus brillantes futuras temporadas en River, Racing y San Lorenzo. Pero esta vez estaba en mi oficina, todo vestido de jean: pantalón, camisa, campera… La campera estaba hecha con retazos de vaqueros viejos, era raro verle bolsillos de culo de pantalón en la espalda. Loco, ¿no? Y bueno, el Diablo siempre tuvo esas cosas. Dentro y fuera de las canchas.

Con mi compañero de oficina aceptamos su oferta de cuatro cedés a 10 pesos. Aún sabiendo él también que el vendedor era el Diablo, no lo hicimos explícito. ¿Para qué? Ahí estaba él ofreciéndonos música y punto, así que revisamos la carpeta, y elegimos.
El compañero pidió, para regalar a su hija, dos discos de Sabroso, una banda de cuarteto de popularidad mediana que se vende como “la mejor de Córdoba” y que hace poco osó editar un disco triple. No soy lego en el popular género; lo que sí noto es que sus exponentes tienden a ser bastante farsantes, como la Mona Jiménez aquella vez que participó en el inolvidable spot sotoide “Amo Córdoba, pago mis impuestos”. Sabroso probablemente no ha de escapar a la tendencia, pero bueno, qué sé yo…

Mejor pasemos a mis elecciones. Le encargué al Diablo dos discos de la carpeta: The Marshall Mathers de Eminem, y Desatormentándose de Spinetta.
No se confundan, che... No se trata de The Marshall Mathers L. P., también de Eminem, ni de Desatormentándonos de la banda Pescado Rabioso. Nada que ver. Son otros.
El de Eminem es algo así como una áspera y personal declaración hip-hopera de principios; y como él se llama Marshall Mathers, bueno, le puso al disco: “El Marshall Mathers”. O sea: un guasito blanco de un suburbio de Detroit que componía y rapeaba muy bien, y que tenía un montón de leche para sacarse respecto a la soberana mierda en la que se había criado y que lo rodeaba (y que lo rodea aún).
Respecto a Desatormentándose, se trata de un disco en el que el Flaco intenta sacarse de encima el tormento de un amor perdido. Para ello se vale de un par de músicos más o menos sesionistas que le hacen la gamba. Las épocas de Almendra, ésas de meter en los discos temas de otros, como Molinari y Del Guercio, ya fueron (a lo sumo después grabaría algún tema de sus hijos o algún opio instrumental del Mono Fontana, excepciones que confirman con lapidaria contundencia la regla): Spinetta está en camino de convertirse en el solista discutible o indiscutible que es hoy, y por eso es que este disco que me vendió el Diablo Monserrat, se llama: Desatormentándose, y es: de Spinetta y de nadie más.

Ambos discos, que en lo musical son extraordinarios, lo son más aún en las copias realizadas por el Diablo. Porque además de sonar éstas de puta madre, vienen con unas admirables artes de tapas barriales, logradas con pasmosa economía de recursos.
En ambas portadas se combinan tintas azul (bolígrafo tipo fibra, trazo fino) y verde (fibra verde gruesa, cajita no sé si de seis o doce) sobre papel cuadriculado. Las letras fueron realizadas a pulso, tomando como escala los cuadritos de la hoja. La tinta azul es la dominante, en tanto que la verde viene en todo caso a ornamentar el diseño con toques simples pero definitorios. En la tapa de Desatormentándose, la palabra “Spinetta” aparece con letras de interior azul y perímetro verde, y no falta el simpático detalle de las dos "t" compartiendo techito. En The Marshall Mathers, por su parte, son estas tres palabras del título las que aparecen en un formato de líneas azules y verdes superpuestas.
Además, en una curiosa, caprichosa decisión estética, también tienen el mismo formato de colores superpuestos los números de orden de las canciones, con sus respectivos guiones precedentes a los títulos.
Sospecho que el Diablo debe haber delegado los artes de tapas en su señora o su pequeña hija. Me cuesta creer que su imaginativo talento futbolístico se extienda también al diseño gráfico. En fin: qué importa. La cosa es que el Diablo Monserrat, alegando llamarse Ariel para pasar desapercibido, anda por los barrios vendiendo discos a precios de ganga. La carpetita tiene como veinte páginas llenas de nombres en orden alfabético: tarde o temprano, alguno nos tiene que interesar.

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

el que viste te debe haber mentido y parecido mucho al diablo, el diablo es un empresario agropecuario, con campos en la provincia de santa fe y córdoba, esta en santa fe de lunes a viernes y recién hace un mes ha comprado una casa en córdoba capital, anda en un citroen picaso 0 km y despliega aun su fútbol en las canchas de los veteranos

8:25 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Ah, no, claro...
Vendiendo discos casa por casa no se alcanza esa posición...

9:26 a. m.  

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