Mucha gente, en el presente, a raíz de la existencia de propiedad privada, puede desarrollar un limitado Individualismo. Son los que no necesitan trabajar para vivir, o pueden elegir la esfera de actividad que realmente se aviene a su personalidad y les brinda placer. Son los poetas, los filósofos, los hombres de ciencia; en una palabra, los hombres auténticos, los hombres que se han realizado, y con los que la Humanidad entera logra una parcial realización. Hay en cambio mucha gente que, sin propiedad privada y estando siempre al borde del hambre, se ve obligada a hacer el trabajo de bestias de carga, tareas que nada tienen que ver con ellos y a las cuales se ven forzados por la perentoria, irracional, degradante tiranía de la necesidad. Éstos son los pobres; no hay gracia en sus maneras ni en sus palabras, ni educación, cultura o refinamiento en sus placeres, ni gozo por la vida. La Humanidad se beneficia en prosperidad material, con el aporte de su fuerza colectiva. Pero solamente el aspecto material es el que se beneficia; y el hombre que es pobre, en sí mismo no tiene absolutamente ninguna importancia. Es meramente el átomo infinitesimal de una fuerza que, en lugar de tomarlo en cuenta, lo destroza: en realidad, lo prefiere destrozado, ya que de esa forma es mucho más obediente.
(...)
Las virtudes de los pobres suelen ser admitidas con facilidad; sin embargo, son muy lamentables. Se nos dice frecuentemente que los pobres agradecen la caridad. Sin duda, algunos de ellos son agradecidos, pero los mejores entre los pobres nunca lo son. Son desagradecidos, inconformistas, desobedientes y rebeldes. Tienen toda la razón de ser así. Sienten que la caridad es un modo ridículamente inadecuado de restitución parcial, o que es un socorro sentimental, que, por lo general, va acompañado por un impertinente intento de meterse de manera tiránica en sus vidas privadas.
¿Por qué deberían agradecer las migas que caen de la mesa de los ricos? Ellos también deberían estar sentados a la mesa, y están comenzando a darse cuenta de esto.
En cuanto a su inconformismo, un hombre que se conformase con semejante situación y con un nivel de vida tan bajo sería un bruto perfecto. La desobediencia, a ojos de cualquiera que ha leído la historia, es la virtud original del hombre. El progreso se hizo a través de la desobediencia; de la desobediencia y de la rebelión.
Algunas veces se elogia a los pobres por ser ahorrativos. Pero recomendar el ahorro a los pobres es a la vez grotesco e insultante. Es como aconsejar el ayuno a un hombre hambriento. Para un trabajador, sea del campo o de la ciudad, tendría que ser absolutamente inmoral practicar el ahorro. El hombre no debería prestarse a demostrar que puede vivir como un animal mal alimentado.
Debería renunciar a vivir de esa manera y dedicarse a robar o bien recurrir a la asistencia pública, lo que es considerado por muchos como una forma de robar. En cuanto a la mendicidad, es más seguro pedir que tomar, pero es mucho más bello tomar que pedir.
Un hombre pobre que es desagradecido, derrochador, inconformista y rebelde tiene probablemente una personalidad poderosa y hay mucho en su interior. En todo caso, es una protesta saludable. En cuanto a los pobres virtuosos, uno puede por supuesto compadecerlos, pero sin duda no es posible admirarlos. Han hecho acuerdos privados con el enemigo y han vendido su derecho de primogenitura por un flaco plato de sopa. Además, deben ser extraordinariamente estúpidos. Puedo entender que un hombre acepte las leyes que protegen la propiedad privada y admiten su acumulación en tanto esas condiciones le permitan llevar una forma de vida bella e intelectual. Pero para mí es casi increíble que un hombre cuya vida es destrozada por tales leyes, pueda consentir su continuidad.
(Oscar Wilde, El alma del hombre bajo el socialismo, 1890)
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Las virtudes de los pobres suelen ser admitidas con facilidad; sin embargo, son muy lamentables. Se nos dice frecuentemente que los pobres agradecen la caridad. Sin duda, algunos de ellos son agradecidos, pero los mejores entre los pobres nunca lo son. Son desagradecidos, inconformistas, desobedientes y rebeldes. Tienen toda la razón de ser así. Sienten que la caridad es un modo ridículamente inadecuado de restitución parcial, o que es un socorro sentimental, que, por lo general, va acompañado por un impertinente intento de meterse de manera tiránica en sus vidas privadas.
¿Por qué deberían agradecer las migas que caen de la mesa de los ricos? Ellos también deberían estar sentados a la mesa, y están comenzando a darse cuenta de esto.
En cuanto a su inconformismo, un hombre que se conformase con semejante situación y con un nivel de vida tan bajo sería un bruto perfecto. La desobediencia, a ojos de cualquiera que ha leído la historia, es la virtud original del hombre. El progreso se hizo a través de la desobediencia; de la desobediencia y de la rebelión.
Algunas veces se elogia a los pobres por ser ahorrativos. Pero recomendar el ahorro a los pobres es a la vez grotesco e insultante. Es como aconsejar el ayuno a un hombre hambriento. Para un trabajador, sea del campo o de la ciudad, tendría que ser absolutamente inmoral practicar el ahorro. El hombre no debería prestarse a demostrar que puede vivir como un animal mal alimentado.
Debería renunciar a vivir de esa manera y dedicarse a robar o bien recurrir a la asistencia pública, lo que es considerado por muchos como una forma de robar. En cuanto a la mendicidad, es más seguro pedir que tomar, pero es mucho más bello tomar que pedir.
Un hombre pobre que es desagradecido, derrochador, inconformista y rebelde tiene probablemente una personalidad poderosa y hay mucho en su interior. En todo caso, es una protesta saludable. En cuanto a los pobres virtuosos, uno puede por supuesto compadecerlos, pero sin duda no es posible admirarlos. Han hecho acuerdos privados con el enemigo y han vendido su derecho de primogenitura por un flaco plato de sopa. Además, deben ser extraordinariamente estúpidos. Puedo entender que un hombre acepte las leyes que protegen la propiedad privada y admiten su acumulación en tanto esas condiciones le permitan llevar una forma de vida bella e intelectual. Pero para mí es casi increíble que un hombre cuya vida es destrozada por tales leyes, pueda consentir su continuidad.
(Oscar Wilde, El alma del hombre bajo el socialismo, 1890)
2 Comments:
EX CE LEN TE.
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Si, ya sé, tengo una deuda con vos, aceca de comentarios y algo mas, vos sabés, pero no creas que me olvido.
Mas claro que eso: echale agua. Felicitaciones por tu blog Adrian.
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