Sí, y también Eliza y yo redactamos una precoz crítica de la Constitución de los Estados Unidos de América. Argumentamos que era más que nada un sistema para provocar el descontento general puesto que su éxito en mantener a la gente razonablemente feliz dependía de la fuerza de la misma gente, y sin embargo no presentaba ningún sistema práctico tendiente a hacer que los ciudadanos, al contrario de sus representantes elegidos, tuvieran fuerza.
Dijimos que era posible que los que redactaron la Constitución fuesen ciegos a la belleza de las personas que no tenían una gran fortuna, o amigos poderosos o un puesto público, pero que sí eran auténticamente fuertes.
Sin embargo, nos pareció más probable que los autores no se hubiesen dado cuenta de que resultaba natural, y por lo tanto casi inevitable, que los seres humanos en situaciones extraordinarias, se viesen a sí mismos como partes de nuevas familias. Eliza y yo señalamos que esto había ocurrido tanto en democracias como en tiranías, ya que los seres humanos eran los mismos en todo el mundo, y civilizados sólo desde ayer.
De ahí que se podía esperar que los representantes elegidos se convirtieran en miembros de la famosa y poderosa familia de los representantes elegidos, lo cual, naturalmente, los haría reaccionar en forma cauta, aprensiva y tacaña ante los otros tipos de familia en que, naturalmente, se subdivide la Humanidad.
Eliza y yo, pensando como mitades de un solo genio, propusimos que la Constitución fuese enmendada de modo que garantizara a todo ciudadano, por muy humilde, loco, incompetente, o deforme que fuese, la filiación a alguna familia tan disimuladamente xenofóbica y astuta como la que forman los funcionarios públicos.
Bravo por Eliza y por mí.
Kurt Vonnegut, Payasadas, 1976.
Dijimos que era posible que los que redactaron la Constitución fuesen ciegos a la belleza de las personas que no tenían una gran fortuna, o amigos poderosos o un puesto público, pero que sí eran auténticamente fuertes.
Sin embargo, nos pareció más probable que los autores no se hubiesen dado cuenta de que resultaba natural, y por lo tanto casi inevitable, que los seres humanos en situaciones extraordinarias, se viesen a sí mismos como partes de nuevas familias. Eliza y yo señalamos que esto había ocurrido tanto en democracias como en tiranías, ya que los seres humanos eran los mismos en todo el mundo, y civilizados sólo desde ayer.
De ahí que se podía esperar que los representantes elegidos se convirtieran en miembros de la famosa y poderosa familia de los representantes elegidos, lo cual, naturalmente, los haría reaccionar en forma cauta, aprensiva y tacaña ante los otros tipos de familia en que, naturalmente, se subdivide la Humanidad.
Eliza y yo, pensando como mitades de un solo genio, propusimos que la Constitución fuese enmendada de modo que garantizara a todo ciudadano, por muy humilde, loco, incompetente, o deforme que fuese, la filiación a alguna familia tan disimuladamente xenofóbica y astuta como la que forman los funcionarios públicos.
Bravo por Eliza y por mí.
Kurt Vonnegut, Payasadas, 1976.
1 Comments:
hey genial ji cool estare visitando tu blog es interesate chao.
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