Día de elecciones
Así se llamaba la canción inicial de So red the rose (1985), aquel disco de Arcadia que tan bien sonaba en su edición local. Y si algo hay que reconocerle a la industria argentina del vinilo, es que se hubiera puesto las pilas con un disco que, por apabullante esplendor sonoro, exigía sí o sí nitidez en la reproducción. Quizás debamos el acierto al mero azar; lo cierto es que la sofisticación de Arcadia pudo apreciarse acá en toda su brillantez.
No fue un disco resonante más allá de su época de edición. Sin embargo, y quizás gracias a ese destino de ostracismo, brilla en el recuerdo, se deja atesorar, dan ganas de estar en casa y apoyarle la púa.
Formaban Arcadia tres de los cinco Duran Duran originales, esos que se rejuntaron recientemente. El guitarrista y el bajista se habían sumado al inolvidable Robert Palmer para hacer The Power Station, y de los que quedaron, parece haber sido el tecladista Nick Rhodes el arquitecto sonoro de este soberbio "hijo único". Claro que el cantante Simon Le Bon, menos interesado en hacer facha vocal que en ponerse a tono con el barroquismo desmesurado del proyecto, se luce tal vez más que nunca en las ocho canciones que lo componen.
Así son las evocaciones que me despierta un día electoral: evasivas pero no del todo. Intentos de procurarles belleza a jornadas desencantadas y anodinas como lo son estas “fiestas de la democracia”.
Para sobrellevar ese tedio colectivo que me incluye quiera o no, me refugio entonces en detalles sin importancia aparente: las balizas de los autos titilando frente a las escuelas; los ojos tristes de las encuestadoras boca de urna, empilotadas y con sus carpetitas, intentando cazar votantes grises bajo la lluvia; los termos plásticos con sus mates y los criollos en las mesas de votación; dos viejos subiendo los escalones de uno en uno, quejándose de tanto esfuerzo para llegar a la urna; las muertitas boletas sobre los pupitres...
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