martes, agosto 30

Bacon


En Río Místico su contenido policía aportaba mucho más que los mohines tragicoides, sedientos de óscar, de Penn y Robbins. Su cara de nene grande ya había empezado a arrugarse con disimulo, como avisando tímida el paso de los años. En el rostro de Walter, el torturado perseguidor de lolitas de El hombre del bosque, esas grietas sutiles dibujan un amor contrahecho de tan ambicioso. La angustia de “querer ser normal” sin poder olvidar eso que reza un graffitti de esta ciudad (y de todas): visto de cerca, nadie lo es.