miércoles, octubre 4

Noche de Yom Kipur


Soy convidado una vez más a ir al templo israelita. No es un día cualquiera: es Yom Kipur, día del arrepentimiento, cuando las faltas de un año entero son lavadas y se arranca en limpio un ciclo nuevo. La cuadra está vallada y superprotegida. Entro rápido, sin tener que soportar miradas de arriba abajo ni seguidillas de preguntas molestas, gracias a que me pego un poquito más de lo normal a mi compañera paisana; como quien dice: estoy con ella, che, por favor no jodan. En la entrada recojo una kipá del montoncito que hay en una mesa, me la pongo, y pasamos. Nunca había visto el lugar tan lleno. Abajo no entra más nadie; mejor subir al pullman. No hay tanto lugar ahí tampoco, pero se puede estar parado, ver un poco, y escuchar. Está hablando el cónsul de Israel. Acaba de terminar la parte de las faltas, la complicidad y el silencio, según dice, y comienza a hablar de la tergiversación mediática que convierte a las víctimas en victimarios; de la paz; de la guerrilla asesina vs. la democracia; de la paz; de lo triste que es hablar “del enemigo” en una fecha como ésta; de la paz; de que “Occidente triunfará”, por desear... la paz. Lo escucha el grueso de la comunidad israelita cordobesa, más algunos goyim: el futuro gobernador, el arzobispo, representantes musulmanes, y otros como yo. Después viene lo más hermoso de estas ceremonias: viejas canciones judías, cantadas por un montón de niños y acompañadas por el público. Alegría, emoción: todos se abrazan y se desean shanú tová (feliz año nuevo). La salida es un tumulto de encuentros, saludos y combinaciones para ir a comer. En muchos es evidente esta ansiedad, después de un día entero de ayuno. Devuelvo la kipá, salimos con cierta dificultad, y en la esquina cruzamos el vallado. Un tipo quiere entrar y no lo dejan; dice que vive en la cuadra, y al final pasa. Atrás de él una chica de rasgos andinos dice lo mismo, pero le entran a hacer preguntas. Nos vamos escuchándola defender su derecho a circular por la vía pública.
Ya en casa, vemos una película, Private (Saverio Costanzo, 2004). Trata sobre una familia palestina a la que unos soldados israelíes le ocupan la casa. El padre de familia, un profesor de universidad, decide quedarse, no ser un refugiado. Los soldados le preguntan por qué no se va. Él contesta: ¿por qué no se van ustedes? Su esposa también le pregunta. Él le contesta: para que nuestros hijos no crezcan odiando a sus padres, ni a Israel, ni a Palestina. Como en otros relatos sobre el tema, algo está siempre a punto de estallar.

1 Comments:

Blogger g. said...

savino me dijeron que estás interesado en los match de fobal: jugamos mañana contra unos pendejos. te necesitamos.

12:38 a. m.  

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