Taller literario Zimmer. Hoy: Gustavo Cerati

Tras la tormenta mundialista, el bar Royal retomaba su calma chicha habitual. Beto Zimmermanni, feroz detractor de pensamientos únicos, había optado por no concurrir a la sede de su taller literario para rockeros mientras durara el magno evento.
Pero ya la altura del partido por el tercer puesto, Zimmer volvía calmo a ocupar su mesa. Algunos pocos parroquianos dejaban pasar la tarde de sábado, mientras Alemania y Portugal parecían esos músicos de bar a los que nadie da bola ni ellos se interesan por despertar atención alguna.
Zimmer encaraba su primera ginebrita cuando Gervasio, el mozo, lo informó de la llegada de un nuevo alumno.
- Che Beto, te busca un ruludo.
Detrás de él estaba Gustavo Cerati, el célebre cantante de Soda Stereo, en una de sus habituales extrañas poses. Dándole tres cuartos de espalda a Zimmer y sosteniendo una guitarra eléctrica azul furiosa, lograba girar su cabeza casi tanto como la nena de El exorcista para mirar fijo al tallerista mientras le dirigía su saludo.
- Buenas tardes totales, Beto –soltó desafiante el rockero, con ojos de persiana americana entrecerrada y seductora.
- Ah, usté, muchacho. Sientesé, nomás.
La estrella hizo caso al literato, y encargó a Gervasio un vodka con Speed. Tuvo que ser con naranja porque en el bar nadie tenía la más puta idea de lo que era Speed. Red Bull sí lo conocían, por una publicidad del mundial. Pero no tenían.
El rocker dejó su guitarra contra la pared y ocupó su silla frente al tallerista, preocupándose por que no dejaran de leerse unos cuadraditos negros con letras blancas que decían: AL (campera de cuero, lado izquierdo); FIN (pecho de la remera); SUCD (campera, lado derecho).
Zimmer leyó desganado la inscripción, y miró al rockero con las cejas levantadas como preguntándole: ¿y?
Cerati movió su mano derecha, con los dedos índice y pulgar asomando, como quien dice: ¿cazás o no cazás?
Zimmer se echó un sereno trago de ginebra, y por fin habló.
-Bien. Vamos al grano y por partes, Cerati, ¿sí?
-Diga, Beto.
-Irreprochable lo suyo en lo musical.
-Ejem…
-Pero sus letras: cualquierísimas.
-¡Epa!
-Y sí, macho; Arjona al lado suyo es Quevedo.
-¡…!
-No sé de qué se asombra, muchacho. Salvo que además de macanear a los oyentes, se macanee usté mismo.
-¿De qué me habla?
-De que sus letras están más en pose que usté en las fotos, caballero.
-Chabón de barrio, tenía que ser…
-Todo lo que usté quiera. Lo cierto pa mí, es que usté retuerce huevadas pa que pasen por profundas.
-¡Bueno, a mí no me interesa que mis letras parezcan un noticiero!
-Uh, apague el casette, Cerati... ¿A cuántos periodistas ya les dijo eso?… Hagamos una cosa: usté me canta un pedazo de canción suya, y yo le cito algo igual, pero sin trampas.
-Mi egooo va a estallaaaar, ahí dondeee no estáaaas, los celooos oootra veeeez…
-Por ti, sólo me pierdo por ti, sólo me encuentro por ti, yo pierdo la calma, me robas el alma, y qué puedo hacer, yo me muero por ti. De Mambrú.
-…¿qué otra cosaaa pueeeedo haceeeeer? Sin olviiidooo moooriréeee…
-Procuro olvidarte, siguiendo la ruta de un pájaro herido, procuro alejarme, de aquellos lugares donde nos quisimos. De Chébere.
-Llévameee, a un lugaar con parlaaantees, y que nos vueeele la sooonoridaaad, por el aireeee…
-De boliche en boliche, me gusta la noche, me gusta el bochinche. Soy feliz como vivo, mi chica es un tiro y le gusta bailar. De Los Náufragos.
- ¿Con eso compara usted mis letras?
- Usted me consulta, yo le respondo. ¿Qué quiere que le haga?
Ofendido, Cerati tomó su guitarra, ejecutó un solo con pretensiones heavys sin dejar de mirar fijo al tallerista, y se retiró del Royal pasando frente al televisor en pleno segundo gol de Schweinsteiger. Un sifón enano volador alcanzó a alborotar un sector de sus rulos, pero el rockero logró salir sin siquiera enterarse de la agresión.
Gervasio se acercó a la mesa. Beto ya había finiquitado su ginebra, y se iba haciendo cargo del abandonado vodka con naranja.
- ¿Se te fue sin pagar, che? –le preguntó el mozo.
- Ni las gracias parciales me dio, ¿podés creer?…