Que la verdad no ofenda
Navegar blogs me conecta con todo aquello de lo que me salvo por trabajar en casa: con un vago malhumor de oficina, puesto en red. Así como existe un olor a carne y a humo artificial que se le puede agregar al bife texturizado de soja para que parezca un asadito (juro que jamás usaría un producto así; te venden humo, como quien dice), los blogs aportan el malhumor de oficina.
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Existir apenas levemente
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