Los tres entierros de Melquíades Estrada (Tommy Lee Jones, 2005), un viaje menos espacial que temporal y acaso psíquico, del tedio cotidiano hacia una intensidad del orden de lo milenario, lugar sin yanquis ni mexicanos ni frontera. El rostro de Melquíades se parece tanto a las momias indias como al Che abatido de San José de la Higuera. El aire putrefacto no altera a Pete, el amigo vivo; más bien parece alimentar su terquedad de tumbar el mundo blanco para cargar, por fin, con la muerte hasta casa.
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