miércoles, octubre 27

(1950-2010) II

martes, octubre 26

(1950-2010)

miércoles, octubre 20

The Dukes of Pueblo Colón

martes, octubre 19

Ataque de sinceridad








Google Noticias

Bandeja de Entrada: Familia gringa llegó al espacio con unas pocas chauchas


Una historia increíble protagonizó un par de compipas iluminados, quienes grabaron impresionantes imágenes del planetoide con un simple globo y un iPhone.


Este año, un padre y su hijo decidieron emprender su propio programa espacial. ¿Con qué contaban? Tenían un globo meteorológico, una caja especial que puede resistir altas temperaturas y un IPhone 4.
Con algunos ajustes por aquí y por allá, decidieron soltar su invento en el patio de su casa y unas horas más tarde ya tenían su propia grabación de la tierra vista desde el espacio.
Esta tremenda odisea fue titulada "The Brooklyn Space Program" o "Programa espacial de Brooklyn", un experimento tan humilde, como impresionante.
Las grabaciones en alta definición hechas por el iPhone 4 muestran desde el despegue del globo, su llegada a la estratósfera y su aterrizaje en los campos de Nueva York en Estados Unidos.
El pedazo de goma alcanzó a llegar a 30 kilómetros hacia la parte más alta de la estratósfera y tras la explosión la cápsula descendió a 240 kilómetros por horas gracias a un paracaídas para evitar el manso guaracazo al aterrizar.
La odisea quedó registrada en un video que es éxito total en Vimeo. El celular de Apple casi logró grabar toda la odisea, pero su batería dejó de funcionar a unos cuantos kilómetros.
La cápsula resistió vientos de hasta 160 kilómetros por hora y apenas se desvió del lugar de la que fue lanzada.
En el caso que la cápsula hubiese llegado al mar o a otro continente, los cabros pusieron en ella un mensaje en la que ofrecían una suculenta recompensa por el teléfono, claro que no fue necesaria, ya que gracias al sistema GPS del aparatito, cacharon antes del apagón adónde iba a caer.





La Cuarta (gracias Gonzalo!!!)

lunes, octubre 18

Re comendado

Se lo puede escuchar lunes a viernes de 14 a 15 por Radio Nacional.
También se puede entrar al blog, y escuchar o descargar los programas que sean de su agrado.
Y también se pueden descargar (vía Google Reader) un montonazo de programas al mismo tiempo; grabarlos como MP3 en un cidí, agrupados en carpetas tituladas Personajes, Costumbres, Historia, Fenómenos, Sociedad; y escucharlos todos juntos, uno atrás del otro.
Para la última alternativa (como decimos en Córdoba) ya hay que ser muy abuso.

Bicentenario, el programa

sábado, octubre 16

Kesito Dixit

—¿Por qué mucha gente en Córdoba asocia la idea del cuarteto a la violencia?


—No sé, porque violencia hay en todos lados. En el cuarteto, en el rock, en todos lados. Para mí, lo que pasa es que el cuarteto es lo más negro, y lo más fácil para hablar de violencia es decir que los más negros somos los más quilomberos.


—Si tuvieras que convencer a alguien de 32 años que nunca fue a un baile de cuarteto por miedo a la fama de “peligrosos” que tienen los bailes, ¿qué le dirías?


—Le diría que el cuarteto es lo más importante de Córdoba. ¿Qué otro evento hay acá, que junte tanta gente? Algún concierto, puede ser, pero no todos los fines de semana. Y si te da miedo que te caguen a trompada, entonces tampoco podés ir a los boliches del chateau… Yo siempre paso por ahí a la madrugada y veo que se están matando… y la misma gente que pasa por el Chateau y ve que los pibes se cagan a trompadas, no dice nada, pero cuando pasa por el baile y ven que hay quilombo, ahí nomás dicen “uh, esos negros culiados”. ¿Por qué no hablan de allá, también?



Vos

sábado, octubre 9

Sobre La tumba de Faulkner, de Daniel Groisman


Éste es el segundo libro de un autor nunca antes leído que me ofrecen presentar. Y el primero que acepto. A la hora de recibirlo, el argumento temeroso fue el siguiente: para decir que sí, tiene que gustarme mucho. Y bien, por suerte aquí estoy, intentando presentar un nuevo libro, que por más suerte aún, lo escribió Daniel, a esta altura un nuevo amigo. Y lo haré precisamente como amigo, conversando un poco con él; o sea: con algunas de sus palabras en el libro.


Escribe Daniel:

Sofía, no puedo hacer esto, siempre tuve pánico de exponer mi voz.

Al respecto, precisamente, quiero aclarar una cosa. Si puse aquella condición de que el libro me gustara mucho, no fue por hacerme el difícil, qué va… Este oficio de las letras tiene, a mi entender, por lo menos dos etapas. En primer lugar, la solitaria de la escritura, de la escritura-lectura-vuelta a la escritura, y así. Después, cuando el trabajo parece “mostrable”, ya se pone el pie en la otra etapa, la social, la de exponer eso en lo que, en el mejor de los casos, uno puso su mente y su corazón. Y aquí estamos, entonces. Creo que no podemos, ni a palos, sentarnos en esta mesa sin un genuino amor por lo que nos convoca. Y éste es uno de los primeros temas con que se expone La tumba de Faulkner: la faz social de la actividad literaria. Eso que le hace decir a Holden Caulfield, el personaje de El guardian entre el centeno de Salinger, que cuando alguien sabe de literatura, cuesta mucho trabajo llegar averiguar si es estúpido o no.


Escribe Daniel:
Fui objeto de mi imaginación en lugar de que ella lo sea de mí. (…) Así voy decidiendo este camino: sin decidirlo en absoluto.

Los escritores orbitamos alrededor de dos gestos: el plan y la deriva. Pienso que el estilo de Daniel es de los que apuestan sobre todo a la deriva, a que de ella se vaya desprendiendo el plan. En la mayoría de los textos de este libro creo que nos asomamos a una escritura que es como una extraña montaña rusa de ritmo y trayecto imprevisibles; que revela huellas del propio proceso creativo; que alimenta los relatos y se alimenta de ellos; todo a un mismo tiempo.


Escribe Daniel:
No sé si mis compañeros de escuela eran felices, lo aparentaban, pero ninguno estaba dispuesto a reconocer que al menos había algo que no iba, sólo algo digo.

Entonces podemos también decir: una escritura que parte de una falla en las cosas, que va y que busca. Busca de la misma manera en que busca la lectura. Porque ¿a qué se debe que uno escriba y/o lea literatura? Yo creo que a que hay algo (o mucho) que no nos cierra; a que todo se nos antoja muy complejo, muy extraño, y entonces necesitamos aventurarnos para ver si entendemos un poco, y después nos encontramos con que peor, entendemos menos todavía, pero a esa altura ya se hizo la cadena, no se puede parar de leer. Ni de escribir; aunque en apariencia no escribamos.


Escribe Daniel:
El gobierno australiano protegía los espacios sagrados de los aborígenes expulsando a los mismos aborígenes de sus espacios sagrados. Lo que quizá parezca políticamente incorrecto para muchos, pero sensato para quienes opinaban que lo único que hacían los aborígenes era comprar cerveza en el supermercado y pelear por su derecho a tanta más cerveza, horadando así su propio legado espiritual. Sumado a que existían altas probabilidades de que ya hubieran olvidado que ése era su lugar sagrado.

Noticias de un mundo extraño. Un mundo extraño del que la escritura parte, y del que da cuenta.


Y entonces escribe Daniel:
Soy el científico que se trabaja, que anota en cada rincón de su cerebro las impresiones de una vida que por particular no deja de ser, en algún punto, universalizable.

Un mundo capaz de tornar extraña la propia experiencia, y la propia autobiografía. En este caso una autobiografía velada y desvelada, en la que el legado del judaísmo aparece como una mochila pesada y agobiante pero, al mismo tiempo, como un reaseguro de vaga identidad, y de no menos vaga orientación en medio de la niebla. O mejor todavía, como una antiquísima heladera donde conservar alimentos del alma, algunos más tóxicos que otros.


Escribe Daniel:
Le dije que yo también escribía, que en mi país las cosas no estaban del todo bien y que mi misión era escribir para intentar cambiar el estado de cosas. Ella, sin embargo y aunque benévola, no pudo contener una sonrisa.

¿Para que leemos y escribimos, entonces? Me gusta suponer que la literatura, es la única actividad en la que podemos obsesionarnos con las palabras sin olvidar su misterio. Si no fuera por la literatura, pondríamos esa obsesión al servicio de certezas súperarchidudosas. ¿Qué seríamos? ¿Correctores ortográficos de carteles de calles? ¿Pastores de la autoayuda? ¿Técnicos del buen persuadir? No, paso. Prefiero caer redondo en libros como éste, que en su trayecto sinuoso me hizo acordar una y otra vez de aquella a esta altura casi famosa proposición de Marguerite Duras: “Escribir es intentar saber qué escribiríamos si escribiéramos.”.


(Leído temblorosamente en público el 7/10.)
 

martes, octubre 5

Pasate un toque por casa man, qué te cuesta...

sábado, octubre 2

viernes, octubre 1

Alción Editora tiene el agrado de invitar a Ud./Uds. a la presentación de:

La tumba de Faulkner


de Daniel Groisman

el día jueves 7 de octubre a las 19 hs.

Participan:

Alejandra Ciuffolini y Adrián Savino

en

Casa de Pepino

Belgrano y Fructuoso Rivera


Contratapa

Estos cuentos corren por épocas diversas, pero en su mayoría tramitan una infancia iluminada por el brillo de la mercancía. De las apreciaciones que podría hacer el lector después de leer el libro, una cree ya haberla hecho el autor: “un niño que fue a Disneylandia tres veces y que tomó té con el presidente Ronald Reagan en su casa de Illinois, no puede salir indemne”.

En La tumba de Faulkner encontraremos, entre otros cuentos, “Cofradía”, “Un dilema cárnico” y “La señora Gebornlichkeit o el amor de un judaimon”. El primero recorre las derivas literarias de una noche de sexo en EE.UU. El segundo, por el título, pareciera que también pero no. Y el tercero, finalmente, es una cartografía del amor de un “Judaimon”. Es decir, un joven al que se le presentó un mundo dicotómico: judaísmo o jamón.