martes, septiembre 16

Gases del oficio III


Ahora resulta que el señorito se niega a moverles la colita a sus fans. El motivo, según explicó la otra noche en el Orfeo, es que lleva demasiados años trabajando en eso de la música como para que a esta altura se le pida tal cosa. Si pongo en marcha los más vanos mecanismos de mi memoria, creo recordar a Iglesias, a Raphael, al Luismi, al Ricky y a unos cuantos más, todos bastante más grandecitos que este muchacho de 31, meneando el culo sin ningún problema. Incluso lo vi al Bahiano de Los Pericos recurriendo a una pícara variante coital-de-parado-bracito-en-jarra, para salir del paso con pornera elegancia.
Un amigo músico me contó que Axel es buen tipo. Okey, por qué no iba a serlo. Lo que me llamó la atención fue que me lo dijera tratando de defender su música melosa, rebuscada e insoportable. Y ahora, en un nuevo intento periodístico por rescatar lo que sea de una propuesta a todas luces lamentable, se nos quiere hacer creer que este artista, de alguna manera “ha crecido” porque apunta a otras temáticas aparte del romanticismo.
Yo creo que tanto aquel cronista, como aquel otro de no hace mucho, como Ramiro en este caso (a quien dicho sea de paso, conozco y aprecio), en realidad piensan que las canciones de Axel, traten de lo que traten, son una redomada garcha.
Que no lo puedan decir, bueno, eso ya es otro cantar.

Placas Rojas, La Voz del Interior

viernes, septiembre 5

Hace una pila de años que quiero ubicar al Beto Moreno para devolverle su Literatura Italiana de Pílades Mazzei, que para más datos concluye así:


Entre tanto, sólo hay uno que verdaderamente sepa amoldarse a su época, incluso como escritor: BENITO MUSSOLINI. Raro milagro de potencia de intelecto, de fuerza de voluntad y de apasionamiento ardoroso, él es la síntesis viva del alma italiana, la consciencia clara de lo que en nosotros aparece obscuro. Sabe ser antiguo y al mismo tiempo es el hombre del futuro; admira el esplendor de la civilización mecánica, pero comprende que el milagro no reside en la máquina, sino en la mente que la crea y la guía. De aquí un equilibrio maravilloso en que parece concentrarse la frialdad de un MACHIAVELLI y el ardor de un MAZZINI, lo que le consiente erigirse en educador de la voluntad e impulsor de la energía de todo un pueblo.
Como escritor se muestra rectilíneo, cual en su acción; parece que en él hablan las cosas y no las palabras: a tal punto llega en él la coincidencia de las palabras y los actos. La clarividencia portentosa de su intelecto, confiere a su prosa una transparencia diamantina; la energía de su carácter le presta relieve y rigor; la pasión que alberga en su corazón da a sus palabras una fuerza y un pathos misterioso. El sentimiento en él no se manifiesta sin freno; lo contiene, pero no lo sofoca, la energía natural. Su prosa es toda relieve y toda potencia, sin adornos, pero animada y vivificada por la llama de una gran fe y de una noble pasión. En él triunfa aquel realismo que se perfila doctrinariamente en la filosofía de GENTILE, en que pensamiento y acción, realidad e idea son el único ritmo de vida, sentida no como valor apagado, sino como fuerza toda viva y operante. Su prosa, cautiva, exalta y emociona, sin que el autor se lo proponga; su estilo penetra profundo como su mirada de águila.






FIN