miércoles, enero 30

¡Ola de robos en Cosquín!

Estamos en condiciones de identificar a los responsables de la pavorosa escalada delictiva que ha estado sufriendo a lo largo de este mes la célebre localidad serrana. Aquí están, éstos son:





Temible banda de forajidos. Ya llevan años vaciando bolsillos no sólo coscoínos, sino argentinos en general.










Ex miembro de la anterior pandilla. Actualmente opera por su cuenta, recurriendo a idéntico modus operandi.









Conocido bandido al que de rural apenas si le debe quedar la pinta. Acostumbra organizar asados durante sus ensordecedoras tropelías.











Joven veterana de estas lides, conocida por aturdir a las víctimas mientras les revolea un poncho amenazante en las caras. Algunos "ambientistas" aseguran que su esplendor caco ya es cosa del pasado.









Novel rufiancillo, recién intentando sus primeros pasos al margen de la ley. Bueno sería no perderle pisada; ya están avisados.











La Voz del Interior

viernes, enero 25


-El mundo en el que vivimos pertenece al enemigo. Debemos tener cuidado, debemos proteger a los nuestros, Remy. Cuando todo está dicho y hecho, nosotros somos todo lo que tenemos.

-No.

-¿Cómo?

-No, papá: no lo creo. Me estás diciendo que el futuro es... ¿Nomás puede ser de ese modo?

-Así son las cosas. No se puede cambiar la naturaleza.

-El cambio es la naturaleza, papá. La parte en la que podemos influir. Y eso empieza cuando nos decidimos.

-¿Adónde vas?

-Con suerte, para adelante.

miércoles, enero 23

El fetichismo de la mercancía


miércoles, enero 16

Microclima de microondas


La escena transcurre en Quebrada del Condorito, Altas Cumbres. Se encuentran dos amigos minaclaverenses, uno conductor de grúa, el otro albañil. Éste comenta que está allí desde hace una semana; es por un trabajo que le han encargado los moradores del puesto. Qué suerte tuviste de estar acá arriba, le dice el otro, allá abajo es un horno. Después, al arribar “allá abajo”, lo confirmo en carne propia. Es más, pasan los días sin que caiga casi nada de agua. Los ríos medio secos. Un sol criminal. Así se lo comento a un lugareño, y él me elogia la elección del adjetivo. Ir a los balnearios (a los pocos en los que hay un poco de agua, y que por lo tanto se abarrotan) es una tortura; aún cuando se llegue temprano a la mañana, porque el churqui reseco que en ese caso alcanzamos a agenciarnos apenas alcanza para una sombrita desnutrida. Por suerte están esas ollas encajonadas entre piedras; ahí uno se mete y suspira de alivio, son como heladeras naturales o, mejor dicho, conservadoras que ayudan un poco a que el cuerpo y el seso no se achicharren y pudran. Cada noche, echado en una reposera, bebiendo algo, puedo advertir los resplandores en los confines del fantástico cielo de Nono: son tormentas que van y vienen por los alrededores pero nunca entran. Varios afiches anuncian un tal Festival del Microclima, con Peteco y Heredia como platos fuertes. Claro, pienso, el famoso microclima de la zona, aquél que aseguraba a los turistas más días soleados, menos lluvias que en los valles vecinos. Y me pregunto cuántos veranos de éstos aguantará esta tierra del valle de Traslasierra. Porque aparte de que no llueve, los habitantes tienden a procurarse el agua desviando el curso de las raquíticas vertientes. ¿Esto será la famosa desertificación de la que habla el marido de la censora en La verdad incómoda? Está bien, no estamos hablando del lago Tanganyika ni mucho menos, pero...